Capítulo 17.

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Aquella noche Alex no pudo dormir, su vista permanecía fija en el techo de su habitación mientras su mente no paraba de reproducir los acontecimientos de su día, o las miradas que Lucia le dedicaba.

Detesto ir a ese grupo de apoyo, detesto sentirse tan vulnerable al frente de personas que no conocía, y el recuerdo de las palabras de Lucia no ayudaba con su consciencia.

Parecía tan claro que le dolía, y por más que le afectará no lo diría en voz alta.

No quiso seguir a su lado porque sentía que la conocía desde hace años, y sabía que no lo dejaría tranquilo hasta que pudieran hablar del tema, o ahondar tanto sus sentimientos hasta conocerlos todos. Se levantó de la cama y se vistió con las primeras prendas de ropa deportiva que encontró, pasó a detenerse frente al marco de la ventana, y tras apartar el vidrio decidió salir por ella.

Muy pocas veces se había visto en la necesidad de escaparse, solo lo hacía en noches cómo está, que el ruidoso silencio de la noche no lo dejaba tranquilo. Trotó cuánto pudo, ignoró el frio de la noche aferrarse a su rostro y nariz, también la presión de sus pulmones y el fuerte retumbar de su corazón.

Quería huir, disiparse como el humo que salía de las colillas de los cigarrillos, pensar por un momento como pudo haber sido su vida si tan solo hubiera nacido en el cuerpo correcto, o si nunca hubiera dejado a Lucia entrar a ella.

Se detuvo, flexionó sus rodillas y llevo sus manos a ellas, respiraba de manera acelerada, con fuertes exhalaciones que limpiaban sus pulmones.

¿Qué hubiera pasado si Lucia nunca hubiera llegado a su vida? Posiblemente hubiera seguido igual; sin incomodidades con David, sin haber participado en una pelea ni haberse visto en la obligación de confesar su mayor secreto. Todo sería más fácil, pensó, quizás eso era lo que necesitaba, la tranquilidad que desapareció cuándo aquellos ojos verdes cruzaron los suyos.

Pero no lo hacía sentir mejor, al contrario, el pesar se adueñaba de si mismo. Alejarla sería volver a su antigua vida, su normalidad, pero no quería sacarla. En realidad, estaba hecho un completo desastre ahora.
...

-¿Podemos hablar?- Pregunto David apenas se sentaba al lado de Lucia.

-No creo que ese sea tú lugar- Insinuó con la mirada apartada.

-Escucha solo quiero arreglar las cosas, o por lo menos hablarlas- Aclaro con las manos juntas -Sé que lo que hice aquella noche no estuvo bien, que me aproveche de lo vulnerable que estabas entre otras cosas- Explicó -Y quiero disculparme por eso, la verdad es que eres una chica genial y no quisiera perder tu amistad por no poder controlar las hormonas- Se apresuró en decir cuando vio como la mirada de la chica de ojos verdes se posaba en él.

-Está bien- Dijo sin más.

-¿Segura?- Cuestiono con confusión -¿Está todo bien?

Lucia quiso contarle todo lo que pasaba para que el chico de ojos miel pudiera aconsejarla, conocía a Alex desde hace años, quizás podría saber qué hacer en estos casos. Pero solo ella conocía el secreto de Alex, y además no podía confesarle que realmente lo había rechazado porque le gustaba su mejor amigo, lastimaría demasiado a un chico que lo único que hizo fue equivocarse en quererla.

-Nada- Suspiró -Volvió el insomnio, ya sabes- Comento con desinterés, ignorando el pesar de su estómago por mentir, otra vez.

-Creo que les está dando a todos- Mencionó -Lo mismo le pasó a Alex ayer, me mandó un mensaje cerca de las tres de la mañana diciéndome que acababa de bañarse porque había ido a correr- Contó con gozo.

Posó sus ojos en el asiento vacío del chico de ojos verdes.

¿Era por lo de ayer?, ¿Tanto le había afectado el grupo de apoyo?

El idioma de tus ojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora