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Mi hermano no leyó la carta ese día. Tampoco sacó el tema con mi hermana. Pero se lo dejamos pasar porque realmente no parece el mismo últimamente.

Por otro lado, quién si contacto con ella fue una de mis mejores amigas. Aquella que se encontraba en un viaje de trabajo.

Por lo que ahora nos dirigimos en un taxi rumbo a su casa.
Ella se mudó al pueblo vecino hace unos años para encontrarse más cerca del trabajo y a la vez más cerca de su pareja (quién vive un poco más lejos aún).
Fue mi mejor amiga por años y me alegra poder verla nuevamente. Aunque para ambas debe ser una situación un poco incómoda en estos momentos.
Recuerdo tantos buenos momentos que vivimos; nuestra primera salida, cuando hablábamos de chicos guapos, las noches de pijamada en casa de una viendo películas de terror, la vez que grabamos una película para un proyecto de la escuela...
Bellos días, bellos recuerdos, tanta nostalgia.
Qué lejos quedaron los días donde vivíamos como si no existiera el mañana. La adolescencia tan temeraria, donde uno se siente tan invencible, donde uno creé que un pequeño problemita es una gran catástrofe y superarlo te convierte en el rey del mundo.
¡Señor! Cómo extraño aquellos días donde llegar a tiempo a clases y sacar buenas notas llevaba un gran esfuerzo y compartir con las personas a tu alrededor un gran premio...
T

odo era tan difícil y fácil a su vez.

Llegamos a la casa de ella luego de pasar por la seguridad del barrio privado

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Llegamos a la casa de ella luego de pasar por la seguridad del barrio privado.

«Alguien tomó buenas decisiones en la vida».

Mi hermana llamó a la puerta esperando unos minutos hasta que la recibe mi amiga con una sonrisa nerviosa en el rostro.
Sigue igual a como la recordaba, con aquella sonrisa perfecta y su largo cabello rubio cayendo por su espalda. En verdad era un rubio miel, dependiendo la luz lo veías más oscuro o más claro.
Ella llevaba un vestido veraniego color lila y caminaba descalza por su casa.

—Hola. Pasa, pasa.

La invita a entrar ofreciéndole un café mientras cierra la puerta. Mi hermana acepta y ambas se dirigen a la cocina a prepararlo, luego proceden a hacerse las preguntas de rigor :“¿Cómo estás?” “¿Qué tal todo?” “¿Y la familia?” etc,etc.

Mientras tanto yo, como curiosa y chusma que siempre seré, me dedicó a observar las fotografías en su sala de estar.
Viajó por muchas partes del mundo y tiene variedad de fotos de su familia, algunas en la playa, otras en la nieve, en una celebración, y algunas con su novio.
Me sorprendo encontrando una pecera con dos, no, tres peces dorados nadando tranquilamente dentro.
Recostado sobre el sofá beige una pequeña bola de pelos marrón duerme profundamente.
A pesar de ser pequeño, el perro parece tener sus buenos años. Cuando me acerco, levanta la cabeza y mueve su nariz olfateándo. Sus ojos oscuros y cansados me evalúan descartando me como una amenaza al resoplar y volver a dormir.

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