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Llegó el día en que iríamos a ver a mi amiga y entregar otra carta. Pero antes de llegar a ese punto, me gustaría hacer un resumen de lo sucedido en este pequeño periodo de tiempo. Principalmente en lo que respecta a mi hermana y su novio. (¿Sí se percataron de que no usé el ex, verdad?).

Al día siguiente de toda la conversación sobre diarios, letras y blah, blah, blah;  ella salía de trabajar caminando hacia la parada del colectivo cuando lo cruza a una cuadra antes de llegar.
Se encontraba saliendo del supermercado, revisando algo en su celular mientras hacía equilibrio con las bolsas de compras.

—¡Hey! — saludó ella colocando un mechón de cabello rebelde por culpa del viento fuera de su rostro.

—¡Hey! — respondió realmente sorprendido de verla —¿Qué...?.

—Salí del trabajo — habló sin dejar que él terminara la pregunta.

Era una situación cómica, verlos parados en medio de la vereda un poco sonrojados mientras las personas continuaban con sus vidas a su alrededor.

—Bien.

—Bien.

«¡Oh, por amor a las comedias románticas! Solo tienes que invitarla a cenar». Le dije a él.

—¿Haciendo las compras a último momento? —preguntó ella.

—¿Qué? —salió de su trance, es decir, dejó de soñar despierto mientras observaba a mi hermana—. Ah, sí. Haré lasaña...

—¡Ah! ¡Que envidia! A mí me espera el recalentado.

— Entonces es la noche en que tú madre sale —supuso sonriendo.

— Exacto.

Él es bastante lindo, me recordaba un poco al actor Jordan Fisher con un par de años más pero con la misma sonrisa infantil. Con su piel morena y grandes ojos oscuros, un contraste hermoso con el pálido y en ocasiones rosáceo tono de ella. Él era lo suficientemente alto como para estar a unos buenos cinco centímetros por arriba de ella, y si se abrazaban verían como cada uno encaja perfectamente en los brazos del otro.
Claro que primero tendría que invitarla a cenar.

—Yo... —comenzó él cambiando su peso de un pie al otro.

—¿Si?.

—¿Te gustaría cenar conmigo? —soltó rápidamente —. Quiero decir, ya que estarás sola en tu casa...y sé que no eres muy fan del recalentado...

—¡Si! —se aclaró la garganta y acomodó su cabello despeinado por el viento. Su rostro era cada vez más rojo, aún así una sonrisa tonta apareció en sus labios —. Es decir, me encantaría.

—Mi auto está estacionado a la vuelta.

—Vale, déjame ayudarte con una bolsa— ella intentó tomar una de su agarre.

—No, toma está — le entrego una mientras caminaba —. Es más liviana.

Ambos subieron al auto y veinte minutos después ya se encontraban en la cocina en la casa de él e intentando hacer la lasaña sin quemar nada mientras reían y bromeaban.

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