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Son las nueve y media de la mañana y el sol ingresa por la ventana en la cocina donde mi familia desayuna, todos juntos después de mucho tiempo.
Se pueden escuchar los pajaritos cantar afuera y alguna que otra chicharra anunciando un día con mucho calor.

Mamá, contenta de tener a sus dos hijos juntos y en la misma mesa, hablaba de lo ocurrido en la semana con mi tía y algún chisme que le comento ayer el almacenero. Mis hermanos escuchaban con una sonrisa algo cansina en sus caras, debido a que de una manera u otra ya habían escuchado la misma historia dos o tres veces, pero ninguno tenía el corazón para decirle que estaba dando vueltas en círculo con su relato...otra vez.

Yo me siento en la punta de la mesa observando el retrato familiar que forman. La alegría que siento al verlos en una situación normal y cotidiana vuelve el ambiente cálido.

Ya no me siento pesada cuando estoy cerca de mi hermano. Al despertar está mañana, él sollozó derramando las lágrimas que no había soltado en todo este tiempo.
Se desahogo llorando e insultando a la vida, dejando que el dolor acumulado se  transforme de un mar a una laguna, de dolor a nostalgia.

Quizás fuera esa la razón por la cual me sentía de esa manera cuando estaba en su presencia, y al sacarlo de su sistema (más o menos) dejó de cargar la energía negativa que me afectaba.
O simplemente, el desahogo que llevé a cabo en aquel lugar fuera la razón... ¿Quién sabe? Tal vez un poco de ambas.

El reloj de la cocina marcaban las diez y veinte cuando noto a mi hermana salir de mi cuarto con la ya conocida caja en sus manos

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El reloj de la cocina marcaban las diez y veinte cuando noto a mi hermana salir de mi cuarto con la ya conocida caja en sus manos.
Dejé de lado lo que me encontraba haciendo en aquel momento (espiar al vecino guapo de enfrente quien lavaba su auto, un Ford Mustang de los 90’  color negro que, según escuché por ahí, era un regalo de su abuell. Que no usara camisa no era para nada el motivo de mi embelesamiento. Claro que no). Entonces seguí a mi hermana cuando ingresó en la habitación en la que había estado está madrugada. Lo encontró sentado en la cama revisando algunas piezas de computadoras que se extendían exparsidas sobre esta.
Levantó la vista encontrándose con su mirada. Ella levantó una ceja interrogante pero decidió no preguntar qué hacía.

—¡Hey, grandulon! —dijo en su lugar apoyándose en el escritorio—. Tengo algo para ti.

—Lo sé —suspira dejando de lado una placa de circuitos. Pasa sus manos por si cara para volverse hacia ella —. Ok. Vamos a ver qué quería decirme la peque.

Ella asiente y abre la caja donde sólo quedaban dos sobres ademas de las cintas y plumas.

—¿Solo quedan estas?— pregunta cuando toma la suya —. Hiciste bien ti trabajo, entonces.

—Si —sonrie tristemente volviendo a cerrar la caja —. Solo me queda esta. Todavía estoy pensando cómo encontrarlo.

Mi hermano asiente y juega con el sobre en sus manos. Su expresión es algo temerosa, lo observo tragar y tomar una profunda respiración. Cuando acabó de prepararse mentalmente, se concentró en abrir el sobre y desplegar la hoja.

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