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Unos días después, mi hermano llegó a casa en la madrugada.

Yo me encontraba sentada en el sofá de la sala cuando lo ví entrar por la puerta de la manera más silenciosa posible, que incluso una podría llegar a pensar que era un ladrón.

Todos, como es lógico esperar a esas horas, se encontraban durmiendo. Por lo que simplemente tomó un vaso de agua en la cocina y se encerró en su dormitorio.

Desde que se mudó al departamento en el centro, a unas seis cuadras de la empresa donde trabaja como analista de sistemas, muy pocas veces vuelve a la casa para dormir. Sin importar el hecho  de que mamá tiene por costumbre mantener todos nuestros cuartos como si aún vivíesemos aquí, de la manera que hizo con mi hermana y conmigo cuando volamos del nido un tiempo; por si se nos ocurre quedarnos a dormir en casa de ella.

Lo observo de cerca preguntándome porqué está aquí a estas horas. ¿Quizás mamá o mi hermana lo llamaron? No es como si las siguiera todo el tiempo, pudieron haberlo hecho cuando no miraba. Podría estar aquí para continuar ayudando a mi hermana con su búsqueda, aunque estas no son horas de llegar. O sencillamente se le podría haber perdido la llave de su departamento. Hay un mundo de posibilidades y como por las noches me encuentro mayormente aburrida, pensar un rato en aquellas posibilidades me entretendrá algún tiempo.

O al menos es lo que imaginaba que sucedería, pero rápidamente cambié mis planes cuando vislumbre la puerta de su dormitorio. La había dejado entreabierta.

«Seguramente se encuentra tan cansado que no se ha dado cuenta» susurro.

Me moví de la misma forma que él, tan sigilosamente como habían sido sus movimientos, hasta llegar a la puerta. Espiando por la rendija, solo pude distinguir en la oscuridad un bulto tirado en la cama.
Segura de que no había ningún peligro de trauma (hay que tener cuidado en las habitaciones en que una entra, lo menos que quería era entrar y encontrarlo en paños menores...o sin nada), ingresé.

En la oscuridad pude notar que aún tiene algunos póster de bandas o películas en las paredes y cosas de computación repartidas por todo su escritorio e incluso en cajas abajo de este.

Un repentino y adormilado gruñido logra llamar mi atención. Sobre la cama, un bulto enorme se encontraba boca arriba soltando leves ronquidos.
No podía distinguir mucho, pero era evidente que mi hermano solo se quitó los zapatos y se acostó (o se desplomó sobre ella por como calló dormido tan rápidamente) con ropa y todo, pareciera que cambiarse representaba demasiado esfuerzo en aquel momento.

Me acerco un poco y él se sacude abriendo un poco los ojos sin enfocar bien la mirada. Recorre su habitación con un vistazo rápido levantando unos centímetros la cabeza de la almohada. Al igual que las últimas veces que estoy cerca de él, me siento cansada y cargada de energía pesada. Casi y me dan ganas de dormir una buena siesta...¡Y yo no duermo!.

Él vuelve a cerrar los ojos una vez que su cabeza toca nuevamente la almohada, unos segundos después y luego de dar vueltas buscando algo de comodidad, entra en un sueño profundo. Su respiración se volvió ligera y la expresión de su rostro se relajó.

Me acerqué un poco más, segura de que él no se despertará, y acaricié su cabello tarareando una canción; aquella que mamá nos cantaba para dormir cuando éramos pequeños.
Algunos de los mechones rizados cayeron sobre su frente y ojos, yo los retiré a un lado por costumbre. Lo sienti estremecerse un segundo antes de soltar un suspiro.

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