Capítulo 2: Gyfu

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Abraxas estuvo dando vueltas alrededor del taller del hechicero, era una modesta construcción de adobe y cob, moldeada con las manos con formas redondeadas y techo de paja, tenía ventanas circulares y pequeñas por donde salía el humo de los brebajes medicinales del viejo, Abraxas aspiró, hacía tiempo que había dejado de vivir en ese lugar, pero sus aromas siempre despertaban recuerdos infantiles que entibiaban su corazón, visitar a su progenitor le traía emociones encontradas. Por un lado la dulce miel de la niñez, con sus travesuras y risotadas, acompañadas de la voz de la experiencia, paciente, expectante a los descubrimientos de su pequeño yo y por otro, la realidad del presente, cuando Abraxas pudo expresar su deseo de no continuar con el camino que su padre esperaba, este había entrado en una cólera terrible provocando que Abraxas abandonara el hogar.

A partir de allí, el joven se arrepintió incontables veces del suceso, rememoró y ensayó los hechos en su cabeza pero simplemente había algo que no podía cambiar, su corazón, tampoco podía negar sus carentes habilidades mágicas. "Esto es lo mejor, él no me tolera de otra forma" pensaba.

Esta vez el viejo Egil había llamado por su hijo, sin saber cuales eran sus intenciones Abraxas acudió. Golpeó la puerta:

-Adelante- se escuchó entre gruñidos y golpeteos de ollas. La habitación estaba poblada de luces de colores, fucsia, amarillo, azul que bañaban las paredes, pequeñas chispas salían del caldero donde trabajaba su padre, su cabeza casi escondida dentro de él. Abraxas pensó en lo familiar que le resultaba la escena. Chequeó los estantes repletos de tubos de vidrio de distintos tamaños y formas, con diversos contenidos líquidos, espumantes, sólidos. También había plantas secándose boca abajo alrededor de las ventanas. Pocos muebles, una silla de madera al lado de la mesa, que tenía un plato y cuchara con restos de comida encima, una jarra, un vaso con agua. Una tímida cama deshecha en el fondo, ¿cuando cupieron los dos en esta casucha? Seguramente antes de que Abraxas creciera sus casi dos metros.

-¿Y bien?- Dijo Egil sin sacar la cabeza de la olla.

-Llamaste por mi.- respondió Abraxas.

-Oh, mi hijo, ¡si tan sólo estos años te hubiesen regalado un poco más de lengua!-Al fin asomó unos ojos inesperadamente negros detrás de sus anteojos de gafas redondas, Égil tenía una barba casi blanca que sobresalía de su mandíbula, manchas de poción cubrían su piel azul y lucía una sonrisa de lado a lado.

Abraxas no pudo evitar mostrar una sonrisa ladeada, se encogió de hombros desesperanzado.

-Sagan, digo Abraxas, te mandé a llamar porque quiero presentarte a mi pupilo.- Abraxas siguió el rastro de la mano de su padre y vio en un rincón un bulto. Abraxas arqueó una ceja en confusión, pero el bulto se movió, el joven se acercó, se acuclilló y corrió la tela que cubría al pequeño quien se movió asustado, tenía una mirada roja como el rubí, el cabello azabache corto y unos harapos en lugar de ropa, se disparó acelerado al viejo Egil, quien largó una risotada. -¡Vamos Gyfu! Saluda a Abraxas, es mi hijo y si quieres aprender a pelear no hay mejor luchador que él!- Esto soprendió no solo a Abraxas sino al pequeño Gyfu, quien pareció quitarse la timidez como un manto mostrando una gran sonrisa llena de entusiasmo, sin embargo siguió prendido de la pierna de Egil.

El joven anonadado frente a la exclamación de su padre y su descubrimiento quedó paralizado, Egil se acercó dándole una palmada en el hombro, Abraxas mostró una mueca, ladeó la cabeza y se agachó a saludar a Gyfu.

-Mucho gusto, Gyfu.- el pequeño elfo nocturno tomó la mano que Abraxas le ofrecía. -Parece que me has conseguido un reemplazo- dijo el joven mirando a su padre.

-No es reemplazo si mi aprendiz nunca quiso ser hechicero, este pequeño tiene potencial. - añadió acariciándole la cabeza a Gyfu.

-No seas muy duro con él- se compadeció el joven. -¿De dónde lo has sacado?

-Al parecer estuvo haciendo estragos mágicos por aquí cerca y me pidieron que vaya a verificar. No tiene padres, estaba viviendo de caridad de los vecinos, le pregunté si quería venir conmigo y me lo quedé. Esto sucedió hace dos lunas, aun no he podido darle una vestimenta apropiada porque tuve que ponerme a trabajar. Solo me tomé un momento para presentarlos, quiero que se lleven bien.- dijo mirándolos a ambos con cariño.

-De acuerdo- asintió Abraxas, un enorme peso pareció abandonarlo repentinamente, de hecho no sabía que lo cargaba, al parecer la opinión de su padre era más fuerte de lo que pensaba, se sentía aliviado y contento. El pequeño tenía habilidades y su padre necesitaba brindar el conocimiento. Abraxas saludó a ambos y se marchó.  

Crónicas de SødenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora