Capítulo 12: Destinos entrelazados

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Salió del agua perturbado, quería olvidar todo lo acontecido en los últimos días, el peso que acarreaba, el entrenamiento que lo esperaba, las expectativas que su superior había depositado en él, a Vanir y su desdén por los elfos de la noche. Sin embargo había algo que no deseaba olvidar... la mujer extraña. Pensó en su expresión de jubilo al encontrarse con él, la certeza de su mirada, en su interior parecía que cobraba sentido. No dejaba de inquietarlo el desconocimiento de su raza, de su piel clara y suave. 

Mientras caminaba de regreso a su garita, los árboles le susurraron la presencia de la mujer en secreto. Abraxas sonrió para sí mismo pensando en lo oportuno del encuentro. La vio perdida entre los matorrales y esperó sigilosamente a que ella lo descubriese. No quería asustarla, pero lo embelesaba verla allí frente en la oscuridad, valiente. Un movimiento en falso lo delató y se aproximó a la luz, ella lo esperó paciente. Ambos estuvieron uno frente al otro, examinándose, estudiándose. 

Pudo divisar en su rostro pequeñas manchitas marrones en forma de lunares que le daban un aspecto infantil pero no aminoraban el coraje de sus ojos.

-Eres real.- afirmó más para si que para él. Abraxas asintió. -Creí que te había soñado, pero aquí estás. Te estaba buscando.- Frente a su declaración, él arqueó una ceja invitándola a proseguir. -Estás en peligro, tu pueblo lo está. Vengo a alertarte, él descubrirá pronto que no estoy, debemos apurarnos. - De nuevo ella tomó la iniciativa, agarrándolo de la muñeca y guiándolo entre la oscuridad que ambos conocían. 

Cuando encontró un espacio lo suficientemente privado, lo soltó. Abraxas quiso permanecer más tiempo con el roce de su tacto. La observó confundido. 

-¿Puedes hablar? ¿Me comprendes?- preguntó. Abraxas quien siempre fue dominado por sus silencios respondió:

-Sí.- Los ojos de ella brillaron de entusiasmo y él no pudo evitar esbozar una sonrisa que no llegó a sus ojos. Ella se sonrojó, dándole un aspecto aun más infantil. -¿Quién eres?- él le preguntó.

-Nadie- le respondió ella. -Solo deseo que puedas proteger a tu gente, tu tierra. Pronto vendrán y están armados, son peligrosos. Desconozco cual es su fin, pero lo averiguaré, por favor ten cuidado.- Esto último parecía una súplica, más allá de los demás, la notó preocupada por él. Abraxas quería asegurarle que nadie podía traspasar el territorio de los elfos. 

Hace muchísimos siglos, Augur y Mani habían pactado un conjuro para proteger a sus elfos, su magia abarcaba el límite de las fronteras de sus tierras, impidiendo que criaturas extrañas avancen en ellas. Era magia antigua y poderosa. Por ello en sus largas noches de centinela, Abraxas solía encontrar animales desorientados, ninfas y faunos deambulando en búsqueda del lago sanador de Mani o de las orillas del mar blanco de Augur, sin encontrar un camino que pudiese guiarlos. 

-Escúchame.- la mujer lo quitó de su estupor. -Tienen armas de fuego. No se confíen. Por favor. - Insistió. Abraxas la miró desde arriba, era tan pequeña, inofensiva inclusive, pero ardía en ella un propósito. 

-Alertaré a mi pueblo.- concedió. Abraxas desconocía como transmitiría la información sin sonar descabellado y loco, sin embargo sabía que el mensaje de la mujer era importante hasta peligroso. 

-Debo irme.- se apresuró ella y un breve atisbo de tristeza surcó su expresión, ella se apresuró entre los árboles y no alcanzó a oírle decir: 

-Vuelve... 

Abraxas sentía que su viejo yo se resistía al cambio, comenzaba a abrazar los leves variaciones en su personalidad y concedió que no le desagradaban del todo. 

Crónicas de SødenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora