Capítulo 9: El deseo de los Dioses

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Le daba vueltas al asunto incansablemente, no lograba comprender porqué tuvo que entregar la lanza de los magos a un asqueroso elfo nocturno, si bien debía reconocer que su oponente era poderoso y lo sería aún más al emplear la lanza, convirtiéndolo en peligroso, en su corazón se negaba a creer que había alguien más digno que él de portarla, cómo podía ser, después de largos años de entrenamiento con bastones y palos, de moverse velozmente para derribar a su contrincante, de caídas y raspones desde niño. Ahí estaba Vanir, insuficiente para los dioses.

Refunfuñó, entrenaría más duro, no se dejaría vencer, sintió como el fuego ardía en su interior encontrando un nuevo propósito, amasándolo para determinar cambio en su destino.

Vanir era un joven noble, había entrenado con los mejores guerreros de su aldea, también con maestros poco convencionales, como el fauno Er y el druida de antaño. Conocía las artes de la guerra y los principios básicos de las pociones letales. Era fuerte y vanidoso, sin embargo atrás de la fachada guardaba un corazón tierno, inexplorado a los ojos mundanos. Vanir mostraba todo lo que no era, confianza, omnipotencia, frialdad. Era un perfecto hijo de los elfos del día. Caminaba orgulloso por los senderos de su tierra, su cabello largo en trenza simbolizaba la promesa de ser el próximo rey de Søden, su máxima ambición, su sueño. Perder la lanza significó alejarse del camino, no lo había previsto, ahora debía reformular su siguiente paso. ¿Se uniría a ese elfo apestoso? ¿Continuaría solo aunque eso signifique postergar su sueño? Hacerlo por sí mismo sin duda apaciguaría sus incertidumbres con respecto a sí mismo, sin embargo no quería seguir perdiendo tiempo, quería la corona ahora. Demostraría su valor.

Abraxas encontró compañero de batalla en el predio del numen, no tenia deseos de iniciar con la lanza, por ello decidió precalentar con los puños. Su compañero tenía más experiencia que él, pero no era igual de fuerte, Hanno asestó un golpe en su costilla, Abraxas se quedó sin aire, pero logró devolvérselo de lleno en la pechera, Hanno se movió con agilidad y proporcionó una patada en la mitad inferior de su oponente, antes de poder incorporarse, Abraxas recibió tres patadas más, se protegió y reservó sus energías para apresarlo con sus brazos y lanzarlo a la tierra, se ubicó arriba de Hanno y lo ahorcó, poseído por la sed de sangre, Hanno le golpeó con la mano en el muslo indicando derrota, sin embargo Abraxas no se detuvo, continuó asfixiando a Hanno... Abraxas vio como se extinguía la vida de su compañero, lo soltó. Se separó bruscamente, agitado. ¿de dónde provenía esa fuerza? ¿porqué lo había hecho? Se sintió profundamente avergonzado, se acercó a Hanno y se arrodilló a su lado, "disculpame, por favor" imploró. Hanno le dio una palmada en el hombro, mientras se tocaba el cuello. -

-Debemos mejorar esa técnica, Abbie.- No le devolvió la mirada y lo vio perderse entre las garitas del predio.

De repente oyó como unos pasos se aproximaban a él, levantó la vista y vio al capitán Perth seguido de un joven, uno que detestaba.

-Nos volvemos a ver, mugroso.- le sonrió Vanir.    

Crónicas de SødenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora