Capítulo 7: Las puertas del cambio

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Desandaba sus pasos sigilosamente, no quería despertar a la noche, solo atraería inconvenientes que no necesitaba. Meditaba sobre su repentina provocación al elfo diurno, Abraxas no solía reaccionar ante los insultos, sin embargo algo despertó en él a causa de Vanir.

Sabía que se encontraría con nuevas facetas de sí mimos desde que ingresó al numen, abrazó el cambio y pensó que debía entrenar con esmero para un próximo enfrentamiento, se sintió un poco decepcionado de haber caído tan fácilmente.

Crujían las ramas bajo sus pies, el camino de regreso era largo, aún debía dejar la lanza con Perth, la inspeccionó, no tenía nada especial, era una lanza afilada, extremadamente larga, lo sobrepasaba al menos por dos cabezas. Tenía una gema en la unión entre la daga la madera, una gema negra como la obsidiana. Abraxas la tocó, un cosquilleo recorrió su cuerpo.

Envolvió la lanza mientras avanzaba, observó unas luciérnagas que centelleaban en la oscuridad, eran muchas, curiosamente sólo se desviaban un poco de su camino, las siguió y oyó un sollozo. Abraxas se escondió entre los árboles y en una pequeña abertura entre ellos vio una joven, cuyo lomo se contraía al compás de sus espasmos. Se quedó allí observando a la extraña criatura, cuya piel era clara como la de las sirenas, su cabello se derramaba cual cascada de hojas de otoño sobre su espalda.

Abraxas tenía nula experiencia para relacionarse con el sexo femenino, fuera de las festividades bacanales donde se permitía la cópula entre los jóvenes elfos, desconocía y le costaba interactuar con mujeres, exceptuando a Nábila a quien conocía de niño. Por ende ver a una ¿qué era ella? No tiene cola como las sirenas ni los faunos, ni orejas como las mías. Sintió curiosidad y se acercó un poco, fue descuidado y quebró una rama, la criatura se alertó y observó, Abraxas contuvo la respiración, la joven se incorporó y caminó cerca suyo. Tenía los ojos enrojecidos por el llanto, también su vestimenta era extraña, nunca había visto algo así, sus pantalones eran azules y rígidos, sobre su torso tenía una especia de túnica corta que llegaba a su cintura y se abría en el medio descubriendo otra prenda extraña.

Ahora que la veía de cerca, pensó en lo hermosa que era, extraña, pero aún así hermosa, con su expresión curiosa y triste. Se acercó hasta que estuvieron a unos pasos de distancia. Abraxas pensó que los sentidos de ella no eran lo suficientemente afinados como para descubrirlo en la noche, sin embargo dijo:

-¿Estás ahí, verdad? Sal. No te haré daño. - su voz era dulce, Abraxas reflexionó. -Por favor.- insistió. Abraxas salió del abrazo de los arboles.

Ella se acercó más, embelesada, atraída por la criatura fantástica que acababa de descubrirse. No lo dejaría ir sin antes tocarlo y así confirmar que no estaba en un sueño. Celina avanzó decidida, no temía, tenía que comprobarlo y se movió por inercia. La criatura parecía igual de intrigada que ella, lo miró a los ojos, ojos dorados como el sol.

-¿Puedo?- preguntó y levantó la mano en el aire, rogando. Abraxas no pudo responder, simplemente sintió el tacto en su pecho, una mano fría y suave.

De repente se oyeron gritos, ambos regresando de su trance, volvieron en sí.

-¡Vete! ¡Rápido!- le ordenó ella y se perdió en el monte.

Abraxas supo que desde ese instante todo en su vida iba a cambiar.       

Crónicas de SødenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora