Capítulo 11 - Enemigos

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Su cuerpo temblaba, mientras el sudor frío recorría su espalda, se desplazó lentamente hacia la orilla del lago, no se quitó las prendas sucias de tierra y aroma simplemente arrastró los pies hacia el agua, al tocar sus tobillo su piel se acobardó pero su voluntad y la agonía de morir en los brazos de Mani resultaban mucho mas atrayentes. Abraxas se dejó absorber dando la bienvenida a la purificación del alma. abrió los ojos bajo el agua, la oscuridad reinaba allí y no disputaría su reinado. volvió a la superficie a tomar aire de repente comenzaron a molestarle los golpes recibidos, al menos ya no tenía sangre en el rostro. Vanir le había asestado dos excelentes puñetazos en la mejilla cerca de la boca haciéndolo escupir sangre que quedó pegoteada sobre su piel. 

Herido y agotado se frotó las sienes y sintió como el cabello se le pegaba a la espalda, intentó peinárselo con los dedos sin victoria alguna, alzó la mirada y se perdió en la luz de Máni. Suspiró, pensó que había sido un productivo día de entrenamiento. Aprendió un par de movimientos del principito, además ahora tenía un mentor que le enseñaría a utilizar la lanza. la había dejado en la orilla del lago, la observaba celosamente de lejos, despedía un color extraño ahora, su brillo no era plateado como lo fue durante el día, sino violeta, Abraxas pensó que quizás se relacionaba con la noche y de pronto se le ocurrió una idea tonta y descabellada, decidió llevarla a cabo de todos modos, se acercó a la lanza, la tomó con ambas manos y la sumergió en el agua. Primero nada ocurrió, sin embargo luego de unos segundos, el agua se iluminó, paulatinamente el líquido que parecía tan negro cuando se había sumergido comenzó a verse claro, como si se hubiesen zambullido varias estrellas en el mismo momento brindando claridad y transparencia que llegaban hasta las más recónditas profundidades. Abraxas divisó peces de todos los tamaños nadando solitarios o en cardumen, flores acuáticas y exóticas de los colores más fantásticos, exploró que el lago era más inmenso de lo que creía, se dejó fascinar por la vida que allí existía. Bendijo a Máni en su magnificencia por ser madre de este reino olvidado. 

Volvió a ver sus manos y notó que el brillo violeta de la lanza ahora se desprendía de su totalidad y no sólo de la hoja, Abraxas sentía el impulso de arrojarla lejos de sí, sin embargo un sentimiento de seguridad lo embargaba empuñándola, salió del agua nuevamente y esta no se volvió negra automáticamente, sino de manera progresiva regresando sus súbditos a la privacidad de su oscuridad. 

Entre incrédulo y atónico Abraxas se sentó en la hierba fría, en su afán de experimentar descubrió lo impensable, si bien su descubrimiento le facilitaba la caería de peces, se oponía rotundamente a tomar un pez del lago sagrado de Máni, sin embargo pensó que la lanza era extremadamente útil para obtener alimento de manera rápida y eficaz. Quizás esta lanza serviría para más tareas que solo el combate confirió Abraxas, deseó ser capaz de descubrirlas todas. 

Crónicas de SødenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora