Capítulo 5: Los signos de la luna

10 0 0
                                    


Ciertamente el elfo no sabía que pensar sobre los extraños acontecimientos que sucedieron la noche anterior, comentarlo con sus compañeros centinelas sin revelar su "secreto" resultaba imposible, ¿cómo explicar el llanto de los sauces? Pensó que si sucedía algo más debería recurrir a alguien, pero ¿a quién?

Abraxas se caracterizaba por ser solitario, confiar en alguien significaba exponerse, con qué sentido lo haría aún no tenía pruebas de que lo sucedido no fuese obra de su imaginación, y si no lo fuera tal vez el pesar de los arboles significaba solo la venida de otra tormenta, sin embargo sus instintos lo convencían de mantenerse alerta.

Se sentía cansado, no había podido congeniar el sueño y comenzaba otra noche de vigilancia, primero debía ir al númen a recibir órdenes de patrulla. El númen era el lugar de congregación de los centinelas, allí entrenaban y aprendían las principales funciones del puesto. Lastimosamente había decrecido el numero de integrantes, tanto que apenas eran cinco siendo Abraxas el más joven.

Al llegar, el capitán centinela lo estaba esperando con una carta en la mano.

-Capitán Perth.- saludó Abraxas.

-Tengo una misión particular para ti hoy, chico. - Abraxas asintió. - Debes ir a ver a Garnik, de los elfos blancos. Le pedirás la lanza de los magos, se termina la época de verano y es nuestro turno de custodia... -el capitán suspiró y añadió:- Se acercan tiempos oscuros.

Abraxas asintió, no le agradaba la idea de moverse entre los elfos de luz, sus pieles lo perturbaban, demasiado visibles, demasiado llamativos. Aún así se movió con ligereza para cumplir la encomienda. Äugur era similar a Máni, tenían sus ritos, cánticos y festivales. La única y principal diferencia entre uno y otra eran los colores de sus siervos. Abraxas tocó la puerta de la muralla que dividía a Søden y un enorme elfo blanco apareció por la rendija. Lo evaluó despectivamente, Abraxas no se inmutó por el desprecio del elfo de la luz.

-¿Qué quieres? - Abraxas tendió la carta con el emblema visible.

-Busco a Garnik. Vengo por la lanza de los magos, es el turno de los centinelas de la noche.

La luz irradió detrás del corpachón del elfo, mientras se corría de la entrada le indicó el paso, él lo siguió por un sendero cubierto por múltiples candelabros con velas encendidas. La muralla era una especie de túnel de piedra que rodeaba y protegía la ciudadela.
Expectante, Abraxas entró.

Crónicas de SødenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora