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Minho le dió un manotazo al montón de documentos y papeles que yacía en el escritorio, asimismo viendo como todo se caía al suelo y se formaba un gran desastre. Hyojin se mantenía estática con una mano en su propio pecho, tratando de no perder la compostura.

Era irreal.

Todo lo que estaba sucediendo era malditamente irreal. Desde el asesinato de el padre de Minho, la ida de la madre y ahora Minho tomando el control de todo ¿Cómo fue posible?, ¿Cómo lo logró tan rápido?
No le cabían en la cabeza tantas preguntas, qué tal vez no tendrían respuesta. Hyojin se sentía plenamente culpable por todo lo sucedido, fue ella quién consiguió el arma para Lee.

El ejército estaba hecho un revoltijo, se veían a los soldados, entrar y salir de las habitaciones de la gran casa, todos parecían estar de buen humor con Minho. Muchas veces se les escuchaba decir que el escorpiano era su salvador, no quería imaginarse que barbaridades les haría Daeyong para que estuviesen tan felices de su muerte.

La libertad de Minho fue claramente comprada, luego de hacerse cargo de la empresa de su madre. Todos escondieron los verdaderos sucesos, que jamás saldrían a la luz. La muerte de Lee Daeyong, el Comandante del ejército fue un suicidio, por problemas mentales. Aquella simple frase fue la portada de periódicos, era escandalosa e increíble. Pero nadie decía nada, nadie sospechaba y Minho estaba más que satisfecho por su corrupto pueblo, a pesar de que odiaba tanto todo lo que lo rodeaba, por primera vez estaba agradecido por el sistema.

—El sistema funciona— Dijo el pelinegro inflando sus pulmones, para después suspirar con fuerza.

—¿Qué harás ahora?— se animó a preguntar Hyojin, jugando con sus manos nerviosas. Para ella, Minho estaba totalmente demente y en cualquier momento tendría otro ataque que lo animaría a matar más personas—Estoy muy confundida...

—Ahora todo está mejor Hyojin, ya nadie podrá hacerme infeliz, la casa está llena de felicidad y prosperidad— se da la vuelta para mirarla—. Mírame, lo tengo todo, sólo falta la pieza más importante, pero para eso tengo que mover algunos hilos más.

—¿Por qué lo hiciste Minho?

—Por Jisung— pateó el papeleo del piso—, perdí la cabeza por él.

—Usted me dijo que no lo amaba— le reprochó casi al instante, arrepintiéndose en el acto al ver la cara que puso el menor. Minho la fulminó con la mirada.

—Ese era el yo del pasado, ahora sé lo que quiero y no hay nadie que me impida tenerlo— Terminó por decir con una sonrisa en el rostro, por más que quisiera no se podía enfadar con su asistente—Prepara el carruaje, iremos al pueblo, tengo un par de asuntos que resolver— ordenó.

Hyojin asintió, sin poder hacerle la contra. Definitivamente Minho no estaba en sus cabales.

Lee la observó marcharse, cuando la mujer cerró la puerta su mirada se posó en el cuadro que colgaba en una de las paredes más cercanas. La pintura antigua pero poderosa le atormentó por unos segundos. Caminó firme y la analizó de cerca.
Eran sus padres y él, Minho debía tener unos cinco años, su rostro estaba pintado serio, al igual que los mayores a su lado. La mano de Daeyong estaba sobre su cabeza como si se tratara de una caricia, y la otra mano sostenía la cintura de su esposa.
Minho no pudo evitar la arcada, asco, le daba mucho asco.

Sus manos temblorosas viajaron a uno de sus bolsillos, donde ocultaba su arma, su preciosa salvación. La sacó de su escondite y aún temblando la miró, para luego llevarla rápidamente hasta su propia cabeza, apuntando al cerebro. Cerró los ojos con fuerza, sintiendo su corazón palpitar con insistencia. Abrió la boca dejando escapar un sollozó lastimero.

sensuality | minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora