nine

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Toda la clase de Beomgyu estaba en medio del aburrido calentamiento que se necesitaba antes de empezar con los ejercicios comunes.

Bueno, todos a excepción del pelinegro, quien no participaba nunca en esta asignatura.

¿La razón? Ni siquiera él la conocía, tan sólo era que su madre había ordenado estrictamente que no participaría en aquella clase al momento de inscribirlo.

Así que eso sucedía, se la pasaba sentado sobre el césped cercano al patio del colegio esperando a que el tiempo pasara, mirando a todos divertirse una vez que comenzaban a jugar vóleibol.

Y aunque su progenitora lo había hecho pensando completamente en su bien, lo único que había provocado era que el pequeño pelinegro se sintiera mal por no poder ser como el resto. De nuevo, siempre era el rarito.

Jugaba con una piedrita que encontró sobre el pasto como si fuera lo más importante del mundo cuando cierto rubio conocido llegó a sentarse a su lado.

—¿Qué pasa? —el mayor preguntó tan pronto notó la mirada aburrida del contrario —¿Por qué no estás con los demás? —miró hacia enfrente, viendo al resto de chicos.

—Uh no... nunca p-participo en esta clase —miró hacia un costado, lanzando la piedrita lejos de él.

—¿Ah? ¿estás enfermo o algo así? —Yeonjun le miró ciertamente preocupado, sabía que el profesor de deportes no era alguien que dejaba a los alumnos saltarse su clase así como así.

—No realmente... Solo mi madre dijo que no l-lo haría y... ya —el pelinegro nunca le diría al contrario lo que padecía, aunque ni siquiera se implicará con aquella situación él no lo contaría, jamás.

—Joder, eso debe ser increíble —el rubio se recostó sobre el pasto, en realidad debía volver a la oficina del consejo pero ¿qué importaba? habría un millón de juntas más.

—No creo q-que lo sea —Beomgyu siguió las acciones del otro chico y se recostó a su lado —Es aburrido.

—Pero no sudas ni te cansas —una risita algo bajita salió de los belfos del mayor —Quisiera que mi madre también me prohibiera hacer deportes.

El más bajo emitió un sonidito parecido a una afirmación, quizás Yeonjun nunca comprendería lo que era sentirse excluido ya que él siempre estaba rodeado de amigos y parecía agradarle a todo el mundo.

—¡Vamos! Te digo que no es la gran cosa —el más alto desordenó un poco las hebras azabache del contrario.

Luego de unos minutos de un cómodo silencio en donde ambos adolescentes miraban hacia el cielo, Beomgyu se movió ágil y rápidamente para quedar sobre el regazo del rubio y cuando estaba a punto de unir sus labios, Yeonjun lo alejó.

El mayor ni siquiera lo pensó, empujó tan torpemente al pelinegro que éste cayó sobre el césped de nuevo mientras soltaba unos cuantos quejiditos.

Tan pronto Beomgyu recuperó la coincidencia de su alrededor, frunció el ceño al mirar al contrario, notando como su vista se volvía borrosa a causa de las lágrimitas que se comenzaban a acumular, ¿había hecho algo mal?

—¡N-no vayas a llorar! —Yeonjun pidió, observando como el labio inferior del menor empezaba a sobresalir más y más.

Unas cuantas gotitas de agua corrieron por las sonrojadas y suaves mejillas de Beomgyu, él no quería que sucediera pero su corazoncito dolía y simplemente no podía evitarlo.

Los hipiditos salían libremente mientras el pelinegro refregaba sus mofletes con insistencia, tratando de desaparecer las lágrimas que aún salían de sus preciosos orbes.

the yeonjun's cute boy ↯ yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora