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Esa misma noche habría una fiesta en casa de Yeonjun.

¿El motivo? El equipo de taekwondo había ganado un campeonato estatal y no era secreto que el rubio era capitán del equipo y el miembro estrella de éste.

Así que todo el equipo estaba invitado, seguramente asistirían amigos de los integrantes y demás gente que se infiltrara al evento.

Por supuesto que Beomgyu asistiría, pues nadie más que el dueño del corazón de casi toda escuela le había invitado.

Y como se había predicho, una reunión de aproximadamente 25 personas se convirtió en una multitud de 100 o más, lo único a favor del mayor fue que su hogar era lo bastante amplio para acoger a esa exorbitante cantidad de gente.

La comida abundaba aunque quizás no tanto como el alcohol. Yeonjun no planeaba ofrecerlo, sin embargo, algunos de los asistentes se molestaron en llevarlo.

El pelinegro se sentía algo cohibido rodeado de tanta gente desconocida, prefería pasar el tiempo encerrado en el baño o en la terraza.

Cada vez que sus ojitos se llenaban de lágrimas por sentirse sofocado entre la multitud al atrevesar las habitaciones se arrepentía aún más de haber aceptado la invitación.

Pero es que cuando Yeonjun lo interceptó caminó a casa y comenzó a contarle de su victoria y después le informó de la fiesta no pudo negarse, aquel brillo en la mirada del contrario lo hizo sentirse algo obligado.

No recuerda el momento en el que se separó del mayor, un ruido bastante fuerte sonó llamando su atención y cuando volvió la vista hacia éste ya no se encontraba a su lado.

Salió por quinta vez del baño después de haber limpiado cualquier rastro de llanto, ya no soportaba ni un segundo más ahí.

Le mandó un mensaje explicándole al anfitrión rubio que no lo había logrado hallar pero que debía irse, sin importar que solo fueran las cuatro de la tarde y tan solo llevara veinte minutos ahí.

Corrió hacia la salida, sintiendo su corazoncito latir con desesperación antes de chocar contra un cuerpo bastante conocido a pocos pasos de la puerta.

—¡Beomgyu! —el mayor se limitó a decir, tomando al mencionado entre sus brazos al momento de desplomarse.

Tan pronto despertó unos segundos después, el pelinegro pudo distinguir la voz preocupada del otro chico en la lejanía, tardó en enfocar su mirada en él, nunca se había desmayado en su vida.

Esta vez, se aprovecho mucho de su fuerza de voluntad.

—¡Hey! ¡Beomgyu! —habló un poco alto el rubio cuando perdió de nuevo la atención del contrario, volviendo a encontrarse con sus orbes poco después, cuando éstos lo miraron desganadamente —¿Estás bien? Joder, debemos salir de aquí.

Sin esperar respuesta, Yeonjun cargó al menor sobre su espalda, atravesando entre la gente mientras escuchaba los quejiditos del otro.

Subió las escaleras con cierta dificultad, dirigiéndose de inmediato a su habitación. Sería mentira decir que abrir la puerta fue fácil, batalló en verdad por girar la perilla pero no tanto como lo hizo para encender la luz.

Recostó a Beomgyu sobre la suave cama, encontrándose con sus ojitos cristalinos y su mohín en los labios.

—¿Qué sucedió? —preguntó, sentadose a su lado y peinando su cabellito con delicadeza —De pronto me dices que te irás y te desmayas en mis brazos, me preocupas...

El pelinegro no habló, no después de que el mayor fuera testigo de uno de los ataques de pánico social que no solían pasarle desde ya hace unos años.

the yeonjun's cute boy ↯ yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora