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—Joder que hambre tengo, coño -digo levantándome del sofá.
Voy hacia la cocina y abro refrigerador para ver qué hay allí dentro.
—No me jodas, es que en esta casa nunca hay nada de comer.
Salgo de la sede y tomo las llaves de mi auto. Al salir de casa veo como van llegando, Gustabo, Horacio, Segismundo y Rogelio con un ak en la espalda cada uno.
—¿Qué pasa chavales? ¿Como ha ido el trato? -saludo llegando hacia ellos.
—De puta madre oye -dice Rogelio con su típico acento.
—Felicidades, otro éxito más, vayan a dejar las armas en el armario que si no ya saben que las tenemos que pagar entre todos.
Los cuatro asienten riendo.
Abro mi coche, entro en este y bajo los cristales, pongo mi bolso en el asiento trasero del coche y justo cuando voy a prenderlo veo que alguien se recarga en la ventana de el lado del copiloto.
—¿A donde vas, guapa? -pregunta Gustabo sonriendo.
—Iba a comprarme algo para cenar, pero viendo que llegaron ustedes iba a comparar para todos, ¿Me acompañas, guapo? Ya sabes, por si me quieren atracar o algo -sonrío coquetamente.
Desde hace tiempo atrás absolutamente todas las que pertenecen a "la mafia sexi" saben sobre mi enamoramiento con Gustabo y viceversa. Ambos sabemos que los gustamos, más nunca nos lo hemos dicho frente a frente por el miedo de que eso cause algún inconveniente en los negocios.
—Claro que la acompaño señorita -dice subiendo al coche.
Seguidamente enciendo este y me dirijo hacia una pizzería. Hago mi pedido y seguidamente salgo del local para esperar a que esté lista.
Allí fuera veo a Gustabo recargado en la pared al lado de la entrada fumándose un cigarrillo.
Me coloco a su lado sin decir nada.
—¿Has pedido ya? -pregunta sonriendo a lo que yo asiento con la cabeza mientras sonrío.
Tira lo poco que quedaba de su cigarrillo al suelo y seguidamente lo pisa.
—¿Y qué tal vas Gustabin? -le pregunto intentando sacar un tema de conversación.
Normalmente suele ser muy fácil entablar una conversación con el pero al parecer ahora no era el caso.
