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¿Quien puede ser tan mierda para tratarle así?
Pensaba mientras sostenía la cabeza de Horacio contra mi pecho.
Algunos cuantos minutos atrás me encontraba caminando por las calles del vecindario para llegar a mi casa y lo encontré. Estaba en el portal de la suya con una botella de whiskey mientras soltaba algunas lágrimas.
Sin pensarlo dos veces me acerqué hacia el.
—¿Quieres contarme lo que ha pasado? -siento como asiente con la cabeza la cual escondía en el hueco de su cuello.
Dejé un besito en su cabeza y seguí acariciando su suave cabellera para intentar calmarlo un poco.
Cuando sentí que ya dejado de soltar sollozos y su respiración se volvía más tranquila me separé un poco de el.
Con mis manos levanté su rostro para verle a los ojos, retiré los pequeños restos de lágrimas sobre sus mejillas. Sonreí ligeramente intentado reconfortarle.
—Es.. Es solo que nadie me entiende -dijo y al terminar de hablar vi como sus ojos volvían a llenarse de lágrimas.
Comenzó a contarme lo que había pasado y sin poder evitarlo sentí como la ira se apoderaba de mi.
¿Por qué? ¿Por qué Horacio?
Una tristeza me invadió completamente al escucharle decir.
—Yo.. Yo solamente quiero ser Horacio, quiero hacer lo que me plazca sin que alguien me esté diciendo que lo hago mal, sin que me estén diciendo que soy muy blando -soltó un sollozo antes continuar y sentía como lágrimas caían sobre mis mejillas las cuales retiré rápidamente- No es mi puta culpa tener sentimientos, pensar en los demás, querer ayudar. Simplemente no puedo más. Estoy cansado.
—Ya pasó Horacio, no te preocupes. No te mereces este sufrimiento. Eres una de las personas más lindas y bondadosas que conozco y yo más que nadie se la putada que es que te digan qué haces todo mal.
Me acerqué nuevamente a él y lo abracé sintiendo como las lágrimas salían de mis ojos, pero esta vez no las detuve.
—Acompáñame anda.
Me levanté del suelo y limpié mis mejillas para seguidamente estirarle mi mano para ayudarle a parar.
Lentamente caminamos hasta mi coche que se encontraba frente a la acera de su casa y nos montamos.
Volteé a verle en el asiento de copiloto y le di una sonrisa. Pensé una vez más en los que iba a hacer y suspiré.
El trayecto hacia aquel lugar fue algo largo.
Al bajar del auto vi a Horacio un poco perdido así que animándome un poco le tomé la mano y lo guié hasta aquel lugar. Mi lugar.
Llegamos a una pequeña montaña en la que había varios tipos de flores y césped.
