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La chica de cabello rizado se encontraba parada frente a la puerta de cristal de la licorería que se encontraba atracando.
Sosteniendo su arma en la mano, mientras tenía sus brazos cruzados y una mirada seria, repitió para el agente lo que había dicho antes:
—Te he dicho que quiero al comisario Rodríguez, gilipollas -la chica se encontraba un tanto exasperada.
Escuchó al agente frente suya hablar por radio con el comisario por unos minutos hasta que dirigiéndose a ella habló.
—El comisario vendrá en unos minutos señorita -la voz del agente se escuchaba irritada, quería terminar con aquel código tres para por fin poder ir a dormir a su puta casa y aquella chica lo estaba haciendo tardado demasiado.
Los minutos pasaron, la chica que se encontraba recargada en el mostrador de la tienda mientras hablaba con una de las personas que atracaba con ella.
Cuando aquel policía de barba llegó al lugar, soltó un suspiro viendo la figura de la persona dentro del establecimiento.
Aquí vamos de nuevo. Pensó mientras veía a aquella chica que siempre atracaba la misma licorería y siempre pedía negociar con el.
No era como que a Ariana le gustara atracar. Realmente no lo hacía por el dinero, no le faltaba al tener uno de los mejores puestos en el hospital de la ciudad. La razón era una completa estupidez.
Lo hacía simplemente para ver a aquel comisario de barba que la tenía fuera de sus cabales. Claro estaba que fácilmente podía ir y hablarle sin estar dentro de una tienda cometiendo un acto ilegal simplemente para verlo detrás de una puerta.
Pero hablar con el con aquella máscara blanca en el rostro la hacía sentir cómoda, saber que el no sabía quién era la hacía sentir superior.
