VEINTE Y SIETE.
"Ella creía que él caía en sus mentiras, pero era imposible engañar al señor de las ilusiones"
En la mañana del viernes tenía la última cita del mes con Ernst, aunque había concurrido sin cita previa a él. Pasé el peine por mi cabello y cayeron algunos hilos dorados por mis hombros y las raíces comenzaban a alargarse aún más, los limpie y arregle mi uniforme, hace dos días las pesadillas desaparecieron, pero algunas ansias comenzaban a fortalecerse con el pasar del tiempo, además Evans no se dedicó a asustarme apareciendo dentro de la habitación, más bien hace dos días que también no lo he visto.
Aarón.
Ahora que lo recordaba, Aarón se había mantenido ausente por muchos días, ni siquiera había logrado verlo en los comedores, su habitación se encontraba alejada de la mía así que muy pocas veces pudimos cruzar caminos. Debe estar bien, él es un chico inteligente que puede cuidarse por sí solo, no es muy dependiente como algunos de los pacientes de este hospital.
—¿Qué problema hay Katell? —la mirada de Ernst recayó en mí, sus ojos demasiado claros y su interior muy oscuro, odiaba la tensión embriagadora que lograba hacerme sentir con el pasar del tiempo —. Te di las opciones de venir si querías o no. —él lo sabía, sabía muy bien que yo vendría aunque no fuese necesario, era mi doctor, ¿Qué rayos pasaba?
—Yo... —¿Qué excusa inventaría? —. No tenía medicamentos. —salté del susto cuando un trueno resonó en todo el lugar.
—¿Medicamentos? Te los di hace dos días Kate, no puedo recetarte más. —informó, su cabello estaba peinado hacia atrás y algunos caían por su frente haciéndolo ver lindo, la corbata de su traje muy bien acomodada y su chaqueta colgada a un lado, la bata blanca tenía su nombre —. ¿Katell?
Patético...
Comenzaba a molestarme con ella, con su estúpida voz.
—Ah sí. —tonta, tonta.
Levantó una ceja y sonrió, se puso de pie y acomodo su bata, colocó sus manos a cada lado de su cintura y rodeó el escritorio, casi detrás de mí, muy cerca de mi oído absorbiendo mi aroma.
—Sé a qué has venido —su voz se tornó ronca y un cosquilleo en mi estómago me hizo sonreír —. Me siento igual cada vez que pisas esta oficina. —tomó un mechón de mi cabello dejándolo detrás de mí oreja.
Deja de actuar...
Sentí su risa, aquella voz rió.
—Yo no...
—Tranquila, caminemos un momento. —invitó y titubee por un momento, pero decidí salir junto a él.
—¿No tienes que trabajar?
—No desperdiciaría una gran oportunidad como esta.
Llegamos al jardín, y estaba completamente desierto; mas a allá de algunos árboles se encontraban cuatro troncos en forma de sillas acomodas en círculo, tome asiento en uno mientras que Ernst frente a mí, rebuscó en su bolsillo y encendió el carbón que sobraba en el centro de nosotros, observé su encendedor un instante.
— Suelo fumar de vez en cuando. —dijo mientras encendía la fogata, ni siquiera había volteado a verme ¿en verdad era tan predecible?
—Lo siento. —la curiosidad muchas veces lograba verse desagradable.
—Tranquila. —lo logró y volvió a su asiento, sus codos apoyados en sus piernas y su mentón en sus manos. Su vista fija en mí, en serio sus malditos ojos comenzaban a llevarme al mismo infierno y el fuego le otorgaba una buena jugada —. Ahora dilo.
—¿Decir...que?
—Lo hare yo. —el viento despeinó su cabello.
Disfrútalo, mientras puedas...
Lo haría.
No sabía que los gruñidos podían percibirse tan satisfactorios, pero él que emitió aquella voz hizo que sonriera.
—De alguna extraña forma esto ha comenzado atravesar mis límites, o más bien mis principios —dijo —. Lo siento si te incomoda...
—Esta sensación es demasiado extraña, y mutua... —limpié los mechones que estaban en mi rostro por la fuerte brisa y continúe —. Yo...
Un acto de muchas palabras...no es mi favorito...
Grandes gotas comenzaron a desencadenar una fuerte tormenta, la fogata aun persistía, Ernst se puso de pie y se acercó, muy cerca.
—Esto no necesita algún tipo de explosión, y peor aún una que pronto tendrás. —pegó sus labios, sentí su aroma cítrico y a la vez dulce, sus labios eran suaves, y respondí, pero comenzó a tornarse más brusco, ni siquiera logré percatarme cuando su mano paso por detrás de mi cabeza y tomaba mi cabello con fuerza, sus dientes lastimaron mis labios y lo empuje.
—Espera. —solté, traté de controlar mis respiración y sentí el sabor de la sangre invadir toda mi boca.
Escuché un estornudo poco sutil y supe que había alguien más aparte de nosotros dos ahí, la vista de Ernst estaba fija a mis espaldas, cundo giré ahí estaba. Nath, nos miraba asombrada y logre percibir una pequeña pizca de ira en sus ojos, los cuales no se cruzaron conmigo y solo estaban de lleno con Ernst. Lo pensé un momento y reconocí su voz, era la misma chica con la que Ernst había estado el otro día en su oficina, antes de mi llegada.
—Lo siento... —logró articular y bajó su vista —. Solo que un enfermero me dijo que te diera esto. —estiró su mano y tenía un sobre color rojo.
—¿Para mí?
—Obvio. —me entregó el sobre, volteó y se fue.
Abrí el sobre ya que algunas gotas de la lluvia que comenzaba a caer, ensuciaron el sobre rápidamente.
"Sube a verme, ahora, caramelito"
Evans.
¿Qué diablos?
—¿Qué es? —Ernst se asomó por detrás pero guarde la nota.
—Nada importante, debo irme. —quise irme, pero antes de dar el primer paso él sujeto mi muñeca.
—Perdóname Kate.
—Tranquilo. —sonreí y aparté suavemente su mano y desaparecí.
Crucé los pasillos hasta llegar a mi habitación pero antes dude algunos minutos si subir o no al tercer piso, sería un gran trabajo hacerlo, pues los guardias no eran estatuas que me dejarían pasar por donde quisiera, no tenía la obligación de hacerlo, además quien creí que era, tal vez mañana me arrepentiría, ahora solo quería descansar, mi cabello estaba húmedo y mi ropa también. Observé los alrededores, quizás Aarón pasaría en algún momento, esperé algunos minutos fuera, pero solo pasaban algunos enfermeros y unos cuantos pacientes, pero Aarón no se visualizaba por ningún lado ¿Dónde se había metido?
Abrí la puerta de mi habitación y volví a cerrarla después de estar segura que nadie se encontrara dentro, tomando un baño, sentado leyendo un libro, alguien llamado Evans y fuese un psicópata; demonios, un nuevo sobre estaba en medio de la cama.
En el centro del sobre se coloreaba una sola palabra.
CARAMELITO
Creo que soy demasiado predecible, o él es muy inteligente como para predecir cada paso que voy a dar.
SIGUE>>>>>>>>>>>>
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UNA CURA PARA HADLEY®
Teen FictionLos trastornos mentales han sido sinónimo de alteraciones en el pensamiento y en las emociones, lo que nos ha llevado a tener distintas conductas en relación con las personas a nuestro alrededor; Hadley ha comenzado a experimentar ciertas conductas...