CAPITULO XXIX

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VEINTE Y NUEVE.

"Las consecuencias para alguien como ella no siempre eran suficiente"

"Las consecuencias para alguien como ella no siempre eran suficiente"

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Blanco, blanco y más blanco; las paredes frente a mí y a un lado eran completamente blancas, esta no es mi habitación, quise levantarme pero mis manos y mis pies estaban sujetos a cadenas por debajo de la camilla.

Tonta...

—Ayuda, sáquenme de aquí. —sabía que alguien estaba escuchando o al menos observándome por aquella cámara frente a mí, patalee aun con más fuerza como si las cadenas fueran frágiles tanto como yo, esperando que se rompieran en cualquier momento.

Solo era una estupidez, no tenían el derecho de hacerme esto, no debían hacerlo, yo solo había subido a verlo y esto era una exageración.

De pronto, el punto rojo de la cámara se apagó, una puerta abriéndose y unos pasos acercándose.

—¿Tú me hiciste esto? —el color avellana en sus ojos se mantenían reacios a mi pregunta, las manos dentro de sus bolsillos lograban desesperarme —. Suéltame.

—Sabes que está prohibido que subas al tercer piso —aseguró con voz limpia sin emoción alguna —. Tú buscaste esto.

—¿Esto? —moví mi cuerpo contra las cadenas —. Solo por desobedecer una maldita vez, crees que puedes amarrarme como un animal, inconsciente.

—No es porque desobedecieras pequeña, es por la razón por la que desobedeciste.

—¿A qué te refieres?

—Evans, no sé ni cómo rayos lograste conocerlo, siempre te vigile y aun así lograste enredarte con ese imbécil.

Lo están consiguiendo...

Está loco, supongo que Ernst debería estar en el lugar de Evans.

— No estoy loco —caminó por un lado —. Existen castigos para pacientes que rompen reglas, pero nunca nadie ha roto tantas en un solo día.

—Ernst por favor... —nuevamente se alejó y se acercó a la puerta, no podía dejarme encerrada —. Ni siquiera sé cuál es tu punto, no entiendo nada.

Me equivoqué, creí que volvería a salir pero en su lugar introdujo arrastras a un hombre que tenía su rostro cubierto con una bolsa negra.

—No me toques maldito Loco. —forcejeó y cayó al suelo después de la gran patada que libero Ernst.

—Veamos.

Lanzó lejos la bolsa y contener la sorpresa fue inevitable, inconscientemente quise alejarme pero lógicamente era imposible. El enfermero, el maldito enfermero que trato de violarme estaba ahí, de rodillas frente a Enrst con sus manos atadas con una cuerda y sus ojos cubiertos por una venda.

UNA CURA PARA HADLEY®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora