capítulo 9.

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Billie.

-Billie, el entrenador quiere que te alistes y estés en el campo en cinco.

Me enderezo cuando escucho la voz. No estoy sorprendida de no reconocer al chico parado en la puerta de los vestuarios, así que asiento como si lo hiciera. Empiezo a guardar todas las fotos y la carta en la mochila, y la coloco en mi casillero.

«Iba a romper con ella.»

Me pregunto si llegué a hacerlo. Todavía tengo la carta. Fue escrita el día anterior a que perdiéramos nuestros recuerdos. Nuestra relación obviamente iba en un rápido declive. ¿Tal vez le di la caja, la leyó y luego me la devolvió?

Infinita cantidad de posibilidades y teorías plagan mi mente al tiempo que intento ponerme mi uniforme protector de fútbol. Tuve que buscar con mi teléfono en Google cómo hacerlo. Fácilmente transcurren diez minutos para el momento en que estoy vestida y caminando hacia el campo. Finneas es el primero en fijarse en mí. Rompe la formación y trota en mi dirección. Pone sus manos sobre mis hombros y se apoya.

-Estoy cansado de cubrirte. Arregla la mierda que arruina tu cabeza. Es necesario que te concentres, Billie. Este juego es importante, y papá estará enojado si lo arruinas.

Libera mis hombros y regresa trotando al campo. Los chicos están alineados, haciendo lo que parece ser un montón de nada. Algunos se pasan los balones de ida y vuelta. Otros se sientan en la hierba, extendidos. Tomo asiento en la hierba al lado de donde acaba de desplomarse Finneas, y empiezo a copiar sus movimientos.

Me agrada. Solo puedo recordar dos conversaciones que hayamos tenido en nuestra vida, y ambas consistieron en Finneas espetándome algún tipo de orden. Sé que soy la hermana menor. Tuvimos que ser unidos. Noto por la forma en que me mira, que sospecha de mi comportamiento. Me conoce lo suficientemente bien como para saber que algo está pasando.

Trato de usar esto para mi ventaja. Estiro mi pierna al frente y me inclino hacia adelante.

-No puedo encontrar a ______.--le digo.--Estoy preocupada por ella.

Finneas se ríe por lo bajo.

-Debí haber sabido que esto tenía que ver con ella.--mueve las piernas y me enfrenta.--¿Y qué quieres decir con que no puedes encontrarla? Su teléfono se encontraba en tu auto esta mañana. No puede llamarte. Probablemente está en casa.

Niego con la cabeza.

-Nadie la ha visto desde anoche. Nunca llegó a casa. Claudia denunció su desaparición hace una hora.

Sus ojos se clavan en los míos y luce preocupado.

-¿Qué hay de su madre?

Niego con la cabeza.

-Ya sabes cómo es. Ella no ayuda.

Finneas asiente.

-Es cierto.--dice.--Es una lástima en lo que se ha convertido.

Sus palabras me hacen pensar. Si ella no fue así siempre, ¿que la hizo cambiar? Tal vez la condena la destruyó. Siento una pequeña pizca de simpatía por la mujer. Más de la que sentía esta mañana.

-¿Qué dijo la policía? Dudo que la consideren una persona desaparecida, si todo lo que hizo es faltar a la escuela hoy. Necesitan más evidencia que eso.

Cuando la palabra evidencia sale de su boca se me queda grabada.

No he querido admitírmelo, porque quiero centrarme en buscarla, pero en el fondo me preocupa un poco cómo me afectará esto. Si realmente ha desaparecido y no aparece pronto, tengo la sensación de que la única persona a la que la policía querrá cuestionar, es a la última que la vio. Y teniendo en cuenta que tengo su billetera, su teléfono, y cada carta y diario que escribió, no presagio nada bueno para mí.

Si me interrogan... ¿cómo sabré qué decirles? No recuerdo nuestra última charla. No recuerdo lo que llevaba puesto. Ni siquiera tengo una excusa válida de por qué tengo todas sus pertenencias. Cualquier respuesta que les dé sería una mentira en un polígrafo porque no recuerdo nada de eso.

¿Y si algo le pasó y soy la responsable? ¿Qué pasa si he sufrido algún tipo de shock, y es por eso que no puedo recordar nada? ¿Qué pasa si la lastimé y este es el método de mi mente para convencerme que no lo hice?

-¿Billie? ¿Estás bien?

Mis ojos parpadean a Finneas. «Tengo que ocultar la evidencia.»

Presiono mis palmas en el suelo y me pongo de pie de inmediato. Giro y corro en dirección a los vestuarios.

-¡Billie!.--grita detrás de mí. Sigo corriendo. Corro hasta llegar al edificio, y empujo la puerta tan fuerte que golpea la pared detrás. Corro directamente a mi casillero y lo abro.

Introduzco las manos, pero no siento nada.

No.

Toco las paredes, la base de la taquilla; paso mis manos por cada centímetro vacío.

Desapareció.

Arrastro las manos por mi cabello y doy vueltas, buscando en todo el vestuario, esperando tal vez haber dejado la mochila en el suelo. Abro el casillero de Finneas y tiro todo lo que tiene. No está allí. Abro el siguiente casillero y hago lo mismo. Abro el siguiente. Nada.

La mochila no está en ninguna parte.

O me estoy volviendo loca o alguien estuvo aquí.

-Mierda. Mierda, mierda, mierda.

Cuando el contenido de los armarios de toda la fila se encuentra en el suelo, me muevo hacia la otra pared y empiezo a hacer lo mismo. Miro dentro de las mochilas de los demás. Vacío los bolsos, mirando como la ropa de gimnasia cae al suelo. Encuentro de todo; teléfonos celulares, dinero y preservativos.

Pero no hay cartas. No hay diarios. No hay fotografías.

-¡O'Connell!

Me giro para ver a un hombre llenando la puerta, mirándome como si no tuviera idea de quién soy o que se ha metido en mí. Ya somos dos.

-¿Qué demonios estás haciendo?

Miro a mi alrededor, hacia el desorden que he hecho. Parece que un tornado arrasó por el vestuario.

«¿Cómo voy a salir de esto?»

Acabo de destruir cada casillero. ¿Qué explicación daré? «¿Estoy buscando pruebas que me robaron para que la policía no me arreste por la desaparición de mi novia?»

-Alguien...--aprieto la parte posterior de mi cuello de nuevo. Debe ser uno de mis viejos hábitos, apretar mi cuello para eliminar el estrés.--Alguien robó mi billetera.--murmuro.

El entrenador mira hacia todo el vestuario; la ira ni una sola vez abandona su rostro. Me señala.

-¡Limpia esto, O'Connell! ¡Ahora! ¡Y luego lleva tu culo a mi oficina!.--se aleja, dejándome sola.

No pierdo tiempo. Me siento aliviada por haber dejado toda mi ropa en el banco y no en mi casillero, con las cosas que fueron robadas. Mis llaves siguen en el bolsillo de mi pantalón. Tan pronto como me quito el equipo de fútbol y vuelvo a ponerme mi ropa, salgo por la puerta, pero no voy a las oficinas. Me dirijo directamente al estacionamiento.

Directo a mi auto.

Tengo que encontrar a ______.

Esta noche.

De lo contrario, podría terminar sentada completamente indefensa en una celda de la cárcel.

Jamais, jamais (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora