capítulo 3.

416 68 15
                                    


______.

«¿Dónde estoy?»

Esa es la primera pregunta. Luego, ¿quién soy?

Sacudo la cabeza de lado a lado, como si ese simple acto pudiera hacer funcionar de nuevo mi cerebro. Normalmente las personas despiertan y saben quiénes son... ¿verdad? Me duele el corazón; palpita tan rápido. Tengo miedo de sentarme, temerosa de lo que veré cuando lo haga.

Me siento confundida... abrumada, así que empiezo a llorar. ¿Es raro no saber quién eres, y sin embargo entender que no eres una llorona? Estoy tan enfadada conmigo misma por llorar, que limpio mis lágrimas de un golpe y me siento, golpeando muy fuerte la cabeza en el proceso contra las barras de metal de una cama. Me estremezco, frotando mi cabeza.

Estoy sola. Eso es bueno.

No sé cómo le explicaría a alguien que no tengo ni idea de quién soy o dónde estoy. Me encuentro en una cama. En una habitación. Es difícil saber qué tipo de habitación, porque está muy oscuro. No hay ventanas. Un foco parpadea en el techo. No es lo suficiente fuerte como para iluminar la pequeña habitación, pero me doy cuenta que el piso es de brillantes baldosas blancas, y las paredes están pintadas de blanco y desnudas salvo por un pequeño televisor empotrado a la pared.

Hay una puerta. Me pongo de pie para ir hacia ella, pero hay una sensación de pesadez en mi estómago al tiempo que coloco mis pies uno delante del otro.

«Estará con llave, estará con llave...»

Está con llave.

Siento pánico, pero me tranquilizo y me obligo a respirar. Tiemblo mientras presiono mi espalda contra la puerta y miro hacia mi cuerpo. Visto una bata de hospital y calcetines. Paso mis manos sobre las piernas para comprobar cuán velludas se encuentran; no demasiado. ¿Eso significa que me afeité recientemente?

Tengo pelo negro. Coloco un mechón delante de mi cara para examinarlo. Ni siquiera sé mi nombre. Esto es una locura. O tal vez estoy loca. Sí. Oh Dios mío.

Estoy en un hospital psiquiátrico. Eso es lo único que tiene sentido. Me doy la vuelta y golpeo la puerta.

-¿Hola?

Presiono mi oído contra la puerta y escucho por si hay algún ruido. Puedo oír el zumbido suave de algo. ¿Un generador? ¿Un aire acondicionado? Es algo de maquinaria. Me da escalofríos.

Corro hacia la cama y me acurruco en la esquina, así puedo ver la puerta.

Levanto mis rodillas hasta mi pecho, respirando con dificultad. Tengo miedo, pero no hay nada que pueda hacer más que esperar.

Jamais, jamais (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora