13. Overthinking

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No era muy tarde ni muy temprano, tus palabras se torturaban en sí mismas y deambulabas en mil pensamientos.
Dos líneas rectas frente a mis ojos, y mis ojos recorrían sus luces esperando que se apagaran de un momento a otro.


Un pequeño ratón en la vía llamó mi atención y tuve miedo por su insignificante vida. Era grisáceo y café al mismo tiempo. Su cola tintineante se escondía entre sus patas. Al mínimo movimiento en falso y daba a notar su presencia con ese característico sonido casi imperceptible.
A lo lejos, el sonido derrumbante del subterráneo meneaba mis pies y las de aquel ratón pequeño. Quise bajar a sacarlo gritando interiormente.
Lo miraba perplejo esperando que se moviera, y así, evitar cualquier desgracia.


Y así eras tú, como aquel ratoncito indefenso entremedio de esas dos líneas rectas de aquel laberinto. Inserto en un terreno sin salida.


Las luces se aproximaban, y mis ojos solo observaban su colita meneándose. No podía hacer mucho más que esperar que no le sucediera nada. Sus ojos rojos miraron aquellas luces, amarillas y brillantes que estaban delante. Las dos patas sostenían su cuerpo inmóvil e impenetrable.

Esa brisa tibia pasó por mi cara y la puerta del subterráneo paró frente a mí luego de su demora eterna. Pero no me subí.
Empujones de la gente y miradas curiosas. Retrocedí lentamente.
Las vías sonaban como gritos desgarradores.

Busqué aquella cola larga mientras la música llenaba ese vacío ambiental.
Debajo de aquellos fierros sucios asomabas tu cabeza esperando que te sacaran de allí. Asustadizo corriste a lo largo, y la música alentaba mi película visual. Sus manitas casi ni se veían y saltaste lo más que pudiste.

- Vamos, salta, salta...- susurraba entre dientes.

Y como si se tratase de una revista de gimnasia saltaste entre los fierros de las vías. Corrías libre y feliz de poder ver más cerca el piso seguro.
Pero las luces se aproximaban de nuevo.
Y lo último que vi fue tu cola enroscada. Y un pequeño chillido.

Plasmado, me quedé varado unos segundos. Nadie más te miraba.
Insignificante.
Entré al vagón, se cerraron las puertas y el tren subterráneo siguió su rumbo.
Los edificios se veían cada vez más grandes fuera y las calles inundadas de autos.
Personas caminando por todos lados.
Al parecer el amanecer era el más lindo de la semana.
Y el pequeño ratón insignificante solo quedó olvidado.

- Julio, 2020 -

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