Capítulo VI

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Tōtem era un espacio amplio y lleno de obstáculos para el entrenamiento físico humano de los dragones vigilantes, protectores y guerreros del Clan. Habían círculos para enfrentamientos cuerpo a cuerpo en mini combates amistosos que ayudarían en sus rendimientos, zonas donde realizaban carreras para mejorar sus resistencias físicas, lugares acondicionados y llenos con sacos de boxeo, espadas de madera y armas de tinta para entrenar la visión, los reflejos y puntería y muchas otras cosas más que KyungSoo no había podido ver ni apreciar con claridad.

Ya que no correspondía a su zona, trabajo y capacidad, KyungSoo no iba muy seguido a Tōtem. Si bien el espacio no estaba prohibido al público, no era muy bien visto estar ahí sin haber sido invitado por los mismos guerreros o el Líder. Cada dragón del Clan tenía su puesto y lugar correspondiente, así que no había porqué entrometerse en el de los demás, de esa forma se guardaba respeto a cada profesional y llevaban a cabo sus trabajos sin interrumpir o distraer a cualquier persona.

Ahora era diferente, ya que había sido invitado por primera vez a la zona de entrenamiento tan famosa en el Clan y se encontraba verdaderamente emocionado por ello.

Decidió que no llegaría a las diez de la mañana porque no quería parecer un desesperado a los ojos de JongIn (ni de nadie), así que, entre sonrisas nerviosas, mordidas de labios y ansiedad, pasó la mañana en su hogar, anhelando que el tiempo pasara más rápido para poder salir. Había limpiado, cocinado, revisado algunas tareas de los niños, adelantado su cronograma y arreglado su armario, y aún las agujas del reloj marcaban las diez y un poco más de la mañana. KyungSoo estaba desesperado. El tiempo pasaba más lento cuando quería que se apresurara.

Enfurruñado, se dirigió al baño para darse una ducha, y fue justo en ese momento que fue capaz de serenarse. Dejó que el agua limpiara su cuerpo, relajara sus músculos y le dieran un poco de paz. Se lavó el cabello con mimo, regalándose suaves masajes en el cuero cabelludo, talló su cuerpo cuidadosamente con una esponja de baño y, al finalizar la ducha, suavizó su piel con un poco de crema humectante. Se vistió de forma casual: un pantalón de deporte que se le ajustaba a los muslos y el trasero, zapatos deportivos cómodos, una camiseta negra y una gorra y luego salió de su habitación en busca de las cosas que había preparado para llevar a Tōtem.

KyungSoo no era amante de llegar a los lugares donde era invitado con las manos vacías, así que preparó todo un almuerzo bien elaborado para JongIn y los demás chicos. Sabía lo mucho que se esforzaban todos en sus entrenamientos, pues eran los mejores protectores del Clan y eso conllevaba doble trabajo y responsabilidades, así que lo que menos podía hacer por ellos era darles algo delicioso qué comer en sus tiempos de descanso.

Admite con cierta vergüenza que hizo un almuerzo diferente para JongIn, algo exclusivamente para él, y es que no podían culparlo, JongIn su absoluta debilidad, su amor platónico y su mejor amigo, por ello KyungSoo gustaba de consentirlo y hacerlo feliz, aunque sea con lo más mínimo; es por esa razón que puso todo su amor en ese pollo frito que ahora se encontraba empaquetando con amor y esmero, y el resultado fue fabuloso: una piel crujiente por fuera y suave y jugosa por dentro, el sabor perfecto y la agradable sensación de tener la boca hecha agua estuvo muy presente al oler su creación. Era perfecto.

Guardó la comida en un gran bolso negro, también llenó enormes botellas llenas de jugo en una cava que sujetó con firmeza en su diestra y finalmente se miró en un pequeño espejo ubicado en la pared de su sala. De acuerdo, se veía bien, estaba listo y eran las once y cuarenta minutos de la mañana. Ya no había nada más qué hacer ahí, por lo tanto era hora de partir. Se dio una sonrisa y salió de la casa, cerrando la puerta con llave detrás de él.

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Tōtem no estaba lejos de su hogar. En realidad, era una zona bastante céntrica en Lóngshān y cualquier persona del Clan convertida en dragón podría verlo. El espacio era gigantesco porque debía abarcar a algunos dragones en tierra firme, y no, no eran dragones como KyungSoo, eran dragones de verdad, de sesenta metros de largo o incluso más allá de eso, y que con sus alas extendidas abarcaban el triple de espacio. El dragón de JongIn debía medir por lo menos setenta y siete o setenta y ocho metros de largo; el dragón de KyungSoo a duras penas llegaba a los treinta y seis metros. Es por eso que era considerado algo extraño entre tantos gigantes, gigantes cuyos omegas a veces sobrepasaban el tamaño de los mismos alfas. No era de extrañar que eso, junto a sus escamas descoloridas, lo convirtiera en una anormalidad y un fenómeno de la naturaleza.

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