Sombras

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El mundo... el mundo es un lugar oscuro, incluso antes que esa... oscuridad, llamémosla así, se posara sobre nosotros, como una nube, sin ser una. Más bien como una mancha, sí, una mancha, de negra tinta, que se derramó sobre el mundo.

Sumiendo todo bajo ella en el caos, el temor y la desgracia... nada queda ya bajo esos lugares, sólo son un recuerdo, que se desvanece lentamente y antes de darnos cuenta, allí no hubo nada... entidades de concreto y acero, sin alma y sin sangre, despojados sin previo aviso de toda vida en su interior, y lo que sea que ahora habite allí, en esas frías tinieblas, no está vivo, pero está lejos de la muerte.

Tan lejos como puedo ver, no hay más que muerte, aguardando en cada esquina, la desolación es el pan de cada día, mientras esa mancha se extiende más y más, posándose sobre algún lugar, que inocentemente le recibe, y para cuando se da cuenta... ya es tarde, cuando comienzan los gritos, que logran escucharse desde la lejanía, el cielo llora sangre... y esa persona, cubierta en destrucción, eclipsada por las cenizas hace su aparición, es cuando el verdadero final toca el lugar, toda vida en ella se desvanece y es arrojada al abismo.

Condenados con las siniestras visiones, que atormentan continua e incesantemente, un recuerdo de lo que depara, que le espera al mundo si se le provoca... y aunque no fuere así, estoy seguro que el final será el mismo. Puedo sentirlo, cómo posa su mirada desde las tinieblas, complacida de sus actos.

No importa a dónde vayamos, cuanto nos ocultemos, incluso a plenitud del día existen sombras, nos observan, nos siguen... nos imitan, y finalmente muestran su verdadera forma, lo que somos realmente... estamos condenados, nosotros... yo fui el culpable de mi condición.

No puedo describir lo que sucedió conmigo aquella vez, abrí mis ojos y nada era lo que parecía... la verdad es mucho más horrenda, quizá permanecer con los ojos cerrados, y aceptar dócilmente mi destino, hubiera sido la mejor decisión, pero ahora es muy tarde.

Porque las criaturas que ahora habitan en mi mente no me dejan olvidarlo, son la razón de mis noches en vela, el apetito voraz que carcome mis entrañas... atrapado en un laberinto sin centro ni salida, derrumbando las paredes que me contienen, sin embargo éstas nunca acaban... y ya desistí de ese inútil intento, de resistirme, a la naturaleza... por siniestra que ésta sea.

Estoy aterrorizado de este mundo, tanto como lo estoy de mí mismo... la oscuridad se cierne a mi paso, las sombras se alzan, aclamando mi nombre... gritando, sollozando, suplicando algo de piedad... no son sombras, para cuando me doy cuenta de este hecho, un almizcle a muerte y a rosas es arrastrado por el aire, seguido de un ligero susurro, una palabra conocida...

No puedo resistir ese llamado, es esa mancha, está hambrienta, de nuevo, no soy humano, ya no... Pero tengo nombre; Christian. Y lo recordarán.

El Amanecer de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora