Gato Negro.

1 0 0
                                    

     La fría habitación le era indiferente, mientras dormitaba, algo le decía que muy pronto todo cambiaría, pero hacía caso omiso de ello, simplemente algo así le era desconocido, nunca espero nada de su alrededor, mientras las incandescentes luces de neón iluminaban todo a su paso. Un extraño y familiar olor, o más bien sensación, la sacó de sus divagaciones, la curiosidad se había despertado en ella... mientras aún intentaba quitarse ese extraño regusto de la boca.

Los días monótonos, que pasaba indagando en sus alrededores, en los laboratorios, que sin saberlo contenían invaluables legados, de un pasado distante, aunque desconocidos para aquella criatura que ahora se paseaba entre ellos, indiferente de su condición, ignorante de su entorno... tan inocente, tan pura... pero ese desconcertante sentimiento que la despertó, aún seguía presente. Su origen no estaba claro, no había nada en esas abandonadas habitaciones que le proporcionase respuestas... nada desconocido a la espera de su encuentro, todo le era tan monótono.

Sin embargo, algo la inquietaba, la fría puerta metálica, que la separaba del exterior, un mundo desconocido, y quizá sorprendente a sus ojos, se había tornado cálida, inexplicablemente... pero un mal presentimiento le recorrió la espalda, erizando sus cabellos, acelerando su respiración, ¿Qué era esa sensación que la abordaba? Nunca antes experimentó algo similar, por lo que no supo cómo reaccionar a ello. Luego, un chirrido metálico la sobresaltó, la puerta comenzaba a abrirse, y esto solo provocó que intentará ocultarse como pudo, entre esas penumbras que la habían acogido durante toda su vida.

Sus negros y largos cabellos, que le proporcionaban la seguridad que no poseía, le servían de cobertura, entre las sombras, moviéndose rápida y fugazmente, expectante de la criatura que entró en su mundo, algo desconocido para ella. Su esencia peculiar llamó su atención, ésta le provocaba cierto recelo, cierta atracción, como si aquella criatura fuera alguien familiar, alguien como ella.

Aquella persona, de cabellos plateados y cuya mirada parecía escrutar todo cuanto veía, sopesar la luz y la sombra a su paso, ajeno a su entorno, simplemente se dedicaba a caminar entre aquellas abandonadas paredes, que para él pudieron ser algo más, algo incomprensible, distante y lejano, como un recuerdo, que era mejor no recordar.

Allí, en lo más profundo, encontró algo que estaba oculto a plena vista, una siniestra visión se plasmaba en su mirada, como si aquello que encontró tras esa pesada puerta, oxidada por la sangre, la camilla cubierta de recuerdos dolorosos que le llegaban a la mente... odió ese lugar, tanto que aquella criatura no pudo evitarlo, tenía que encontrarse con la persona que tenía enfrente, aunque sin saberlo, ya lo habían hecho...

Mientras se acercaba hacia la sombra que le servía de escondite, lo supo, algo familiar estaba en él, las voces se lo decían, algo en su interior quería encontrarse consigo, cuando estuvo tan cerca que pudo sentir su respiración en su rostro, lo supo... ella era una de ellos, perdida y abandonada, en completa soledad, como él.

Unas frías puertas se cerraron tras de sí, abriendo un nuevo mundo, siniestro y malévolo que jamás habría conocido sin ese encuentro, donde la mala fortuna les sonreía maliciosamente, porque nada bueno les depararía de ahora en adelante.

El Amanecer de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora