Capítulo diecinueve

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Sofía

♪♪♪

Aquellos segundos eran como si hubiese habido una pausa en el tiempo, ví cómo me dió la espalda, y las palabras no me salían para decirle que se quedara, que tenía que decirle la verdad de mi propia voz. Se apartó de mi lado, dejándome en estado de shock, lo que me dijo, lo que me gritó, lo que me reclamó, hizo que sintiera que las gotas de lluvia que iban cayendo poco a poco enfrente de mí, parecieran estáticas, como pequeñas gotas de cristal.

Me asusté, pues se había enterado de mi verdadera identidad y lo peor es había sido de otra boca que no fue la mía, y desde que me echó en cara el engaño, sabía que la que le había dicho había sido la pelirroja, no era tan difícil de descifrar. Me di la vuelta, como un muerto viviente y empecé a caminar, pensando en cómo carajos lo averiguó, cuántas personas lo sabían, qué pasaría de ahora en adelante. Fue una cachetada que me dejó volteado el rostro, me tomó desprevenida, y mientras caminaba bajo la lluvia, mis pensamientos eran largos y profundos.

Pero, no lloré.

Ese alegato cargaba con las llaves de mi libertad, cargaba un secreto que se suponía que tenía que mantener bien guardado, y que por haberme ido de fiesta una sola noche, me costó la identidad a garras de una mujer celosa. Mi mente me lo reprochaba miles de veces, si mi tía me lo había advertido ¿Cómo es que la desobedecí? A pesar de la gran noche que pasé, cargaba con la cruz de la culpa. Mi mente era un verdugo que azotaba con la realidad ante mis ojos, y lo que era lo peor, era que mi corazón permanecía callado, mientras sollozaba en silencio.

Dejaba que cualquier persona me hiciera pasar un buen rato, tenían el permiso firmado tanto de mi mente como de mi corazón para sacarme una sonrisa y para darles un poco de mi tiempo, pero, para las emociones negativas era otro asunto, pues los únicos hombres que me hicieron llorar, habían sido Arthur y Rogelio. Tomando eso cuenta, di un vistazo a mis espaldas, añorando la sombra ausente del que me rechazó, me alejó, me empujó y me insultó hasta el cansancio, viendo cómo la persona de la que me enamoré, me estaba odiando con toda su alma.

La lluvia era arrasadora, las burras no pasaban, no traía sombrilla ni mucho menos un abrigo, era yo contra tremenda ráfaga de viento helado que me calaba los huesos, y todavía con las circunstancias del clima, no quise llorar. Me aguanté las lágrimas, el nudo en la garganta iba y venía, tenía que ser fuerte, yo no quería llorar por un hombre, ya no más. Ni mucho menos por el que quería que me hiciera feliz. Aunque su repulsión me había dolido más que todos los golpes que el señor me daba, más que todos los insultos y humillaciones, me dolía en el fondo del alma, porque sabía que no habría manera de reparar mis errores sin que quisiera ponerme una orden de restricción.

¿Debo de irme de Magic!? Carajo, con lo que me costó conseguirlo, no creo que sea justo que me vaya por un muchacho. Aunque, si estamos juntos nos llevaríamos pésimo, y como dice Arthur, sin un ambiente laboral armonioso, es imposible llevar un proyecto a cabo. Joder, ¿pero como es que me atreví a besarlo? Debí de verme tan estúpida, tan ingenua, seguramente él tiene más amigas como Vanessa, qué se va a estar fijando en una niña torpe.

Pensaba en la soledad de las calles del centro de Tijuana, los autos que pasaban a lado mío no me ofrecían ayuda, mas no faltaron sus miradas incómodas al verme temblando sin un paraguas. Venía tan desolada y frustrada, y era justamente eso lo que mi mente quería evitar desde el inicio: no quería repetir la misma mortificación que mi tía le daba a su esposo, no quería llorarle a un hombre por amor, ni quería sentir que mi estabilidad emocional dependía de él. Pero, fallé, y no sabía cómo arrancarme el nudo de la garganta, lo quería muchísimo, lo quería a mi lado, aunque fuese una amistad, sin embargo, gracias a mis mentiras (justificadas o no) no iba a querer si quiera verme a la cara.

Huellas en la arena #Wattys2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora