Capítulo cuarenta y seis

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Sofía

—Sofi, Sofi, mi amor —La dulce voz de mi tía me despertó, me daba ligeros movimiento en el hombro.

—¿Sí...? —dije adormilada, abriendo los ojos con pesadez.

—Ya me voy —avisó, cuando escuché eso desperté completamente, levantándome de mi cama.

—¿Qué? ¿A dónde? —Le pregunté, asustada.

Apenas había dormido dos horas después de todo lo que había pasado. Eran las seis de la mañana, el cielo empezaba a aclarse, pero mis ideas no. No dejaba de verla, confundida por sus palabras.

—Tu tío anoche me dijo que tenía un vuelo sopresa, hoy a las ocho —comentó, emocionada—. Vamos a ir a New York un tiempo...

—¿Qué? —cuestioné indignada—. ¿Cómo es que te vas a ir con ese señor?

—Sofía, no empecemos de nuevo —Se quejó—. Solo nos iremos dos semanas...

—¿Me voy a quedar sola?

—Arthur va a venir a verte.

—Vaya, prefiero quedarme sin nadie —Me crucé de brazos, viendo su rostro con algo de vergüenza.

—Deja ya tu egoísmo —soltó de repente—. Desde que regresó tu tío no has dejado de molestarme con que es una mala persona.

Tal vez había despertado corporalmente, pero mi razón no lo había hecho todavía. Recordé las últimas horas antes de caer rendida en la cama, llegaba a mi memoria el pésimo tramo del Aloha a mi casa. Y escuchar esas palabras de mi tía, me bastó para encender en mí el odio que le tenía al hombre que se la quería llevar.

—¡Pero es que eso es! —afirmé, alzando la voz—. ¿Cómo es posible que te vayas a ir después de lo que me hizo?

—¿Qué te hizo?

—¡Me humilló delante de los directivos de la empresa! —confesé, pues ayer no había tenido ánimos de soltar una mínima palabra—. ¡Me golpeó!

—En primera tú habías dicho que nunca te vincularías con los Croce —Me enfrentó, empezando la discusión—. Y ayer te fuiste a meter a su empresa...

—¡Es que yo siempre quise trabajar ahí...!

—¡Pues no se puede! —interrumpió—. Sabías muy bien que era meterte a la casa del enemigo, así que no te quejes de lo que pasó —Abrí la boca, indignada—. Además te dí permiso que fueras a trabajar y hacer buenos recuerdos para tu vida futura ¿No? ¡Pues ya se te acabó ese mes, Sofía, ya se acabó!

—¡Es que tú no entiendes! —Frustrada, iba elevando la voz—. Luego de ese mes, mi vida se volvió igual de miserable ¿Es que me tengo que quedar así toda mi existencia?

—Sofía, ya no discutamos... —Me quedé callada, guardando un coraje inmenso—. Me iré con tu tío porque anoche me demostró que me ama...

—¿Y cómo lo demostró? ¿Te hizo el amor? —solté sin pensarlo, recibiendo una pequeña, pero muy dolorosa cachetada de su parte.

Las dos nos quedamos quietas, mirándonos la una a la otra, viendo que lo que había pasado era el límite de nuestras discusiones. No le reclamé, no lloré, solo sostuve mi mejilla, recibiendo el castigo que bien tenía merecido.
Si bien estaba cansada de que no se diera cuenta de la realidad, no me daba derecho a ofenderla.

—Sofi... —Bajó su mano del aire, temblando—. Perdón...

—Descuida, me pasé contigo —Me senté de nuevo en mi cama, mientras me hormigueaba mitad del rostro.

Huellas en la arena #Wattys2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora