Capítulo diecisiete

177 25 3
                                    

Sofía

La manera en la que fingí mi sueño fue tan creíble que hasta lo hice bostezar de solo verme. Fue mi única excusa, sus preguntas me habían llevado al borde del pánico, no quería responderle con una mentira, no quería seguir ocultando lo que cargaba en mis espaldas, pero no había de otra, el miedo fue tan grande que tuve que mentir nuevamente, rezaba para que no hubiese consecuencias de mi deshonestidad. Sin embargo, con cada paso que daba dentro de mí habitación, iba dejando los destellos de la que suponía ser una mujer enamorada. Dejé que el aroma que desprendía de su chamarra se quedara impregnado en mi piel, pues de esa manera lo sentía cerca de mí. Me quité la peluca, disfrutando la maravillosa noche que había tenido.

Me había encontrado a mí misma, irónicamente, Arthur me ayudó a hacerlo gracias a su regalo, había conocido un lugar asombroso, escondido, apartado de la ciudad, y lo mejor de todo, es que había compartido ese momento con la persona que me hacía sentir en una nube.
Ya eran las tres de la mañana, me puse el camisón para bajar a ver a mi víctima. Bajé las escaleras con mucho cuidado para no hacer ruido, me bastó con llegar a la cocina para oír tremendo ronquido, dándome a entender que su sueño profundo seguía en marcha. Me regresé sin más, pasé a un ladito de la habitación de mi tía, y ella también dormía plácidamente.
Todo estaba en su lugar, yo ya estaba en la cama tratando de dormir, pero no podía con ese sentimiento de culpa que me cargaba.

El techo blanco me hacía ver las estrellas que ví en ese lugar misterioso. La vista desde ese acantilado era preciosa, sentía que podía llegar a la estrellas más rápido y teniéndolo a unos centímetros de mí, diciéndome justo lo que yo sentía por él, fue lo que le dió cinco estrellas al momento.

♪♪♪

-Había buscado un sueño por todo este tiempo, y creo que al fin lo encontré... -susurré, todavía imaginando el cielo sobre mí.

Voltee para tratar de dormir nuevamente, pero cuando lo hice, ví mi diario, tenía que soltar todo lo que llevaba dentro. Ya no podía ocultarle lo que estaba sintiendo, ni tampoco mi gran secreto, no podía seguir mintiéndole más.
Agarré el bolígrafo y prendí la lámpara que yacía en mi mesita de noche. Me puse de rodillas ante la cama para poder recargarme sobre ella, y a rienda suelta, me puse a escribir mi gran confesión de amor:

Querido Rafael.

Cuando leas esto, es porque ya te he dicho que estoy enamorada de ti. Puede que te lo haya dicho rápidamente, muerta de los nervios y del miedo de tu indiferencia, o bien, firme y dispuesta a todo. No puedo ver el futuro, así que espero haya dicho lo que he guardado en mi corazón desde hace tan poco, hace apenas una semana que me quedaba claro que tú eras la persona más cercana a mis "ideales".
Lo pongo entre comillas porque nunca había idealizado a un hombre perfecto. Conviví con dos de ellos, y no se acercaba a algo que yo quisiera en mi vida. Sin embargo llegaste tú, tuve un deja contigo, porque al ver esos ojos sentía que ya te había visto, conocido, querido en algún momento de mi vida. O en otra, probablemente.
Eres como ese pequeño gran paso a seguir. Una persona que aunque no demuestra lo que siente, con una mirada puede decirme todo. Serio, callado, reservado en asuntos del corazón, y tan divertido, simpático y alegre cuando quieres hacer feliz a las personas.

Eres relajado, y te dejas llevar como las nubes con el viento. Eres cálido como la brisa de verano e ideal para las noches oscuras.
Cuando te conocí jamás pensé que llegaría este momento, no sabía que iba a llegar a este punto de mi vida, escribiéndote de noche, sintiéndome enamorada. No creía en el amor a primera vista, ni tampoco en él románticamente hablando. Pero me siento muy feliz al saber que fuiste tú el que me enseñó que esa cosa existe. Esa "cosa" que mi tía, siempre me narraba como algo divino.

Huellas en la arena #Wattys2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora