Eso era lo que se llamaba <<ser pillado con las manos en la masa>>, pensaba Jongin, recordando su expresión de desafío cuando saco los preservativos del bolsillo. No dijo nada, probablemente porque era lo bastante inteligente como para saber que incluso él Do Kyungsoo, que siempre conseguía salir airoso de cualquier situación, estaba arrinconado. Era precisamente su costumbre de seducir y flirtear para salirse con la suya lo que acababa de quedar al descubierto.
Porque resultaba evidente que eso era lo que había intentado hacer: usar todos sus trucos para tenerlo comiendo en la palma de su mano cuando aterrizasen en Inglaterra; el inconveniente encargo de diseñar los uniformes, olvidado por completo.
Esa confianza en su poder de seducción era impresionante y Jongin se pregunto cuántos hombres habrían caído en sus redes.
Normalmente se le alegraba el corazón cuando llegaba a la carretera que llevaba a Hampton Court el único sitio que podía llamar su hogar, el único sitio en el que podía relajarse de verdad. Pero ahora, con Kyungsoo sentado a su lado, la posibilidad de relajarse parecía tan remota como viajar a la luna.
El chofer atravesó los postes que deban a la entrada de la finca de Hampton Court y Jongin vio la casa a lo lejos, al final de una avenida flanqueada por magnolias. Al menos, al contrario que en el interior del jet, Hampton Court era lo bastante grande como para que no tuvieran que estar uno encima del otro.
Una frase desafortunada, desde luego.
-¿Esta es tu casa?
La voz de Kyungsoo interrumpió sus pensamientos. Estaba inclinado hacia delante, mirando la mansión medieval medio escondido entre los árboles y por un momento la dulzura de su perfil con su naricilla respingona, lo pillo desprevenido.
-Bienvenido a Hampton Court.
-Es impresionante.
-La civilización también ha llegado hasta esta lejana esquina del planeta –replico Jongin, irónico-. ¿Qué esperabas, que viviera en una chabola de tejado de uralita?
-¿Cómo dices?
-¿Creías que la modernidad se limitaba a las costas de Corea?
Kyungsoo lo miro, perplejo.
-¿Y tú crees que nací ayer? Por supuesto que no. Pero me intriga que tengas una mansión como esta.
-¿No entiendes como la he conseguido?
-Tú mismo me contaste que no tenias familia y que habías trabajado mucho para conseguir todo lo que tienes –Kyungsoo se encogió de hombros-. ¿A qué te dedicas exactamente?
-Negocios.
Él bajo la ventanilla para ver mejor la casa... y también para escapar de su mirada. Construida a partir del año 1399, la casa estilo palacio se levantaba en medio el llano de Inglaterra como una tarta decorada.
Cuando Jongin le dijo que vivía en una estancia había imaginado algo rustico y discreto, una bonita granja o algo parecido. Aquel palacio de ensueño era una sorpresa más.
-¿Qué tipo de negocios? ¿Ventas de armas, contrabando de opio?
-Compro empresas que tienen problemas de liquidez. Si merece la pena salvarlas, invierto en ellas y las vuelvo a levantar. Si no, las cierro y vendo los activos.
Lo decía con tal frialdad que Kyungsoo sintió un escalofrió por la espalda, pensando en la montaña de facturas en su estudio que ni siquiera se atrevía a abrir.
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A merced de un Millonario (KAISOO)
RomansaEl no está dispuesto a aceptar nada más que la rendición total. El millonario Kim Jongin tiene una nueva presa: el heredero Do Kyungsoo, un bello pero mimado hombre que le causo problemas en el pasado. Y él está dispuesto a igualar el marcador. Lo q...