-Es precioso, Jongin. ¿Dónde lo has encontrado?
Mientras abrochaba las rodilleras sobre los pantalones blancos de polo, él estuvo a punto de contestar: «En Corea». Pero se dio cuenta de que Minho se refería a su nueva yegua.
-En Palm Beach. Es muy joven y no tiene experiencia, pero es una delicia montarla.
Minho y él eran algo más que compañeros de equipo; eran amigos, pero Jongin no quería hablarle de Kyungsoo.
Porque ni él mismo sabía lo que estaba pasando.
La yegua, de pelo castaño, estaba un poco apartada de los demás caballos que pastaban tranquilamente al sol, y cuando Jongin se acercó, pudo ver que el animal estaba temblando.
Le recordaba a Kyungsoo la noche que se conocieron, apartado de esos otros chicos con su ensayado encanto...
Se había equivocado tanto con él, pensó, arrepentido y avergonzado. Tenía que intentar solucionar las cosas.
No lo había visto aquella mañana, pero había enviado a Rosa a su habitación con un café y un mensaje pidiéndole que lo acompañase al partido. Era una oferta de paz y una concesión considerable por su parte. Antes de un partido normalmente no aceptaba distracciones de ningún tipo y pedirle disculpas a un hombre y hablar de sus sentimientos era una distracción de proporciones colosales.
«No, gracias», había sido su respuesta. Kyungsoo prefería ir al partido por su cuenta. Y no poder hablar con él, no poder darle una explicación iba a ser una distracción mucho peor.
Jongin se reunió con el resto del equipo sabiendo que, como capitán, dependía de él hacer las tácticas para cada chukka y decir algo que los inspirase.
Pero ahora, como la noche anterior, le fallaron las palabras.
Una figura llamaba su atención en las gradas. Entre las esposas y novios de los demás jugadores, todas enjoyadas y arregladísimos, la belleza de Kyungsoo destacaba como ninguno.
Y se le encogió el estómago al mirar ese rostro tan pálido y los ojos ocultos tras unas gafas de sol.
Pero, haciendo un esfuerzo hercúleo para concentrarse en los tres hombres que había frente a él, consiguió sonreír:
-De hoy dependen muchas cosas, chicos. Tenemos mucho que demostrar.
+++++
Kyungsoo nunca había visto tantas mujeres guapas y sofisticadas. Sentado en las gradas, rodeado de pieles doradas, vestidos y trajes de diseño y diamantes tan grandes como pelotas de golf, se sentía tan fuera de lugar como un simple clavel en un ramo de exóticas flores.
Aunque eso no importaba. Recordaba la expresión de Jongin la noche anterior, cuando le contó la verdad. No era de sorpresa, era de horror.
Ni siquiera había podido decir nada. Y la invitación de esa mañana, enviada a través de Rosa, era «demasiado poco, demasiado tarde». Aunque no hubiera tenido un patológico miedo a los caballos, Kyungsoo no habría aceptado tan condescendiente invitación.
Suspirando, colocó sobre sus rodillas el cuaderno de dibujo, alegrándose de que las gafas de sol escondieran sus ojos enrojecidos.
«Estoy bien», se decía a sí mismo. Lo único que tenía que hacer era observar el partido y esbozar un uniforme. Ni siquiera tenía que mirar a...
Un aplauso señaló la entrada de los equipos y Kyungsoo apretó convulsivamente el lápiz al ver a Jongin.
Medio escondido bajo el casco negro y la sombra de barba, su rostro parecía duro como el granito. Con un pantalón de montar blanco, botas de cuero y una camiseta verde con el número dos en la espalda, resultaba tan imposiblemente atractivo que se le quedó la boca seca.
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A merced de un Millonario (KAISOO)
RomanceEl no está dispuesto a aceptar nada más que la rendición total. El millonario Kim Jongin tiene una nueva presa: el heredero Do Kyungsoo, un bello pero mimado hombre que le causo problemas en el pasado. Y él está dispuesto a igualar el marcador. Lo q...