La impresora escupía páginas que Jongin iba tomando sin levantar la mirada. La taza de café que Rosa le había llevado seguía sin tocar y la única luz de la habitación llegaba de la pantalla del ordenador. Encendiendo la lámpara del escritorio, el uniforme de la empresa Coronet apareció en blanco y negro frente a sus ojos.
Jongin había llamado a algunos contactos en Corea y movido cielos y tierra para encontrar información sobre la empresa de Kyungsoo.
Al principio seguía mostrándose un poco escéptico. Muy bien, sí, había desarrollado ideas interesantes para el uniforme de San Jorge, pero tal vez había sido un golpe de suerte.
Sin embargo, después de ver un montón de fotografías de famosas llevando diseños de Coronet en alfombras rojas por todo el mundo tenía que reconocer la verdad: el joven Do Kyungsoo era un diseñador de éxito.
¿Pero entonces por que perdía dinero su empresa? Tenían muchos encargos y los precios eran desorbitados.
Enfadado, Jongin tiro los papeles sobre la mesa. ¿Qué estaba haciendo?
Aquel era el hombre por quien había perdido su sitio en el equipo de rugby de Corea. La única pregunta que debería estar haciéndose era porque demonios le importaba tanto.
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Kyungsoo respiro profundamente antes de dar el primer corte en la seda azul. El sonido de las tijeras haciendo un siniestro eco en la silenciosa habitación.
En fin, ya no podía dar marcha atrás. No tenía más remedio que usar la seda de la bata porque no podía ponerse nada de lo que había llevado en la maleta.
En sus días de estudiante solía comprar prendas de segunda mano que después arreglaba o remodelaba y ahora tenía que volver a hacerlo. El mundo mas allá de la mesa de trabajo desapareció mientras cortaba y cosía la preciosa seda azul. Era un poco como alquimia.
En realidad, le divertía volver a hacer aquello. Sally era la encargada de la costura o al menos de hilvanar las prendas antes de llevarlas al taller, mientras ella se encargaba exclusivamente de los diseños pero sentir la seda bajo sus dedos era increíblemente relajante.
Era muy tarde y la casa estaba en silencio mientras se quitaba la camisa de lino blanco para probarse su nueva creación frente al cristal de la ventana. No era fácil saber cómo había quedado sin tener un espejo, pero la sensación de la seda era muy agradable.
Kyungsoo se quito la camisa y se sentó frente a la máquina de coser, aquella era su parte favorita: cuando los alfileres eran reemplazados por puntos, cuando una prenda estaba terminada.
El sonido de la maquina le parecía ensordecedor pero, esperando que las solidas paredes evitaran que despertase a alguien, siguió cosiendo.
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Estaba desnudo.
Ese fue su primer pensamiento antes de comprobar que llevaba solo puesto un bóxer que hacia detener su corazón. En la puerta de la oficina, viéndolo inclinado sobre la máquina de coser, Jongin sintió que el deseo que había estado latiendo a un ritmo constante, de repente se volvía fiero, incontenible.
Testosterona, pensó, irónico. Algo maravilloso en el campo de rugby y un estorbo en muchas otras situaciones. Especialmente cuando había un chico cerca.
-En el informe dice que tú diseñas la ropa, no que los haces personalmente.
Lo había dicho en voz baja, pero Kyungsoo levanto la cabeza de inmediato.
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A merced de un Millonario (KAISOO)
RomanceEl no está dispuesto a aceptar nada más que la rendición total. El millonario Kim Jongin tiene una nueva presa: el heredero Do Kyungsoo, un bello pero mimado hombre que le causo problemas en el pasado. Y él está dispuesto a igualar el marcador. Lo q...