Los latidos del corazón de Jongin sonaban en su oído y la cruz inglesa tatuado en su pecho era tan cálido como el verdadero sol bajo su mejilla. Kyungsoo nunca había conocido una paz igual.
En la plateada oscuridad, todo estaba en silencio de nuevo. Los truenos y los fuegos artificiales de unos minutos antes habían desaparecido y ahora estaba como flotando en una playa tropical, sacudida por las suaves olas de placer que seguían acariciando su cuerpo.
Jongin apartó el flequillo de su frente y, a la luz de la luna, pudo ver que tenía el ceño fruncido.
-¿Estás bien? ¿Te he hecho daño?
Kyungsoo negó con la cabeza. No podía hablar porque temía decir algo tan ridículo como: «Te quiero».
El suspiró, alargando una mano para acariciarlo suavemente. Pero cuando tocó su brazo derecho, de nuevo sintió que lo apartaba.
-¿Qué ocurre?
-Nada -susurró él.
-Sí ocurre. Déjame verlo.
-No... -Kyungsoo intentó apartar el brazo, pero Jongin lo sujetó por la muñeca. Incluso en la oscuridad era fácil ver las cicatrices. -No quiero que las mires.
-¿Por qué? Son sólo cicatrices, marcas de valor.
-Sí, bueno, supongo que ésa es una forma de verlo. Para mí, siempre serán marcas de debilidad. Y para mi padre también. Él no puede mirarlas... supongo que es por eso por lo que a mí me cuesta tanto.
-¿Qué pasó? ¿Por qué no puede mirarlas?
Las cortinas estaban abiertas y Kyungsoo podía ver el cielo iluminado por la luna. Se sentía como flotando en el espacio. El pasado parecía distante, como si estuviera mirándolo a través de un telescopio, como si le hubiera ocurrido a otra persona.
-Porque el accidente fue culpa suya, supongo.
-¿Qué accidente?
-El día que cumplí seis años mi padre me compró un poni.
-Ah, claro, un poni, era de esperar -dijo Jongin, imitando el tono superior de la clase alta coreana.
-Ya, pero yo hubiese preferido un muñeco porque me daban pánico los caballos.
-¿Y por qué te lo compró entonces?
-Porque mi padre no lo sabía. El miedo era una debilidad para él, así que yo lo escondía a toda costa. Pero... en fin, cuando llegó el poni, en lugar de mostrarme agradecido me negué a montar en él.
Hablaba con tono de broma, pero Jongin se daba cuenta de que había mucho dolor detrás de esas palabras. Y el odio que sentía por Choi Siwon se abrió de nuevo, como una vieja herida.
-¿Y qué pasó?
-Mi padre pensó que estaba siendo grosero y desobediente y se convirtió en una cuestión de disciplina que hiciera lo que me pedía. Al final, él mismo me subió a la silla y yo, muerto de miedo, empecé a patear y a gritar... supongo que asusté al pobre animal, que salió al galope. Se me enganchó un pie en el estribo, así que me arrastró hasta que pudieron pararlo.
Alejandro podía sentir los rápidos latidos de su corazón.
-¿Te hiciste mucho daño?
-Sí, bastante. Afortunadamente, lo detuvieron enseguida.
-Pues tuviste suerte de romperte sólo un brazo.
-Bueno, me rompí más huesos, pero el codo fue lo peor. Tuvieron que operarme varias veces, por eso ha quedado así.
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A merced de un Millonario (KAISOO)
RomanceEl no está dispuesto a aceptar nada más que la rendición total. El millonario Kim Jongin tiene una nueva presa: el heredero Do Kyungsoo, un bello pero mimado hombre que le causo problemas en el pasado. Y él está dispuesto a igualar el marcador. Lo q...