Bola azul a la tronera de la izquierda. Jongin guiño los ojos mientras colocaba el taco sobre la mesa de billar. Era un golpe difícil y en su reto personal aquello era muerte súbita.
Si lo conseguía, seguiría juagando. Si fallaba, tendría que salir y unirse a la fiesta. Para ver a Do Kyungsoo flirtear con los miembros del equipo de rugby. Y, a juzgar por lo que había visto antes, seguramente también con los del equipo contrario.
Quizá era una suerte que no fallase nunca.
Al otro lado de la puerta del salón de billar podía oír las risas de los jugadores, como patrocinador del rugby ingles debería estar ahí fuera, pensó. Después del partido de aquel día era el hombre con el que todo el mundo quería hablar y debería capitalizar ese interés para San Jorge. Al fin y al cabo, era por eso por lo que había vuelto.
Pausadamente, coloco el taco en posición y cerro el ojo izquierdo para juzgar el mejor ángulo antes de mover la muñeca. Con un golpe seco, la bola azul cayó limpiamente en la tronera izquierda.
Jongin se irguió. No tenía el menor deseo de salir para mezclarse con los mejores del mundo del rugby, pero una parte de él disfrutaría viendo al joven Do en acción. Seis años antes había sido un adolescente torpe, con una actitud desafiante y tímido a la vez... pero que lo había afectado mucho más poderosamente que la invitación sexual de aquella noche.
Tanto como para nublar su buen juicio.
Desde entonces. Kyungsoo había cambiado mucho y como resultado, no tenía que quedarse entre las sombras para llevar a cabo los sórdidos manejos de su padre. Ahora Do Choi Siwon era el presidente de la federación y a juzgar por la sesión fotográfica que acababa de presencia, el equipo se había convertido en un patio de juegos para su caprichoso hijo.
Con repentina violencia, Jongin tiro el taco sobre la mesa y se coloco frente a la chimenea.
Do Choi Siwon era demasiado importante ahora para invitar a <<la tropa>> a su casa, pero había elegido aquel hotel porque era un sitio muy parecido: una típica casa de campo coreano con sala de billas, sillones de orejas y cuadros con escenas de casa en las paredes. La lámpara que colgaba sobre la mesa de billar hacia que las bolas brillasen como joyas en una piscina de color esmeralda y el fuego de la chimenea iluminaba una bandeja de botellas y decantadores del más fino cristal.
Tomando una copa, Jongin se sirvió una generosa cantidad de vino. Acababa de dejarse caer en un sillón cuando la puerta se abrió tras él para volver a cerrarse rápidamente. Sin moverse, atónito, vio a Kyungsoo reflejado en el espejo que había en la chimenea.
Lo vio acercarse a la mesa de billar y apoyarse en ella, dejando caer la cabeza como si estuviera intentando recuperar el control de sus emociones.
Lo primero que pensó fue que estaba esperando a alguien que pronto se reuniría con él, pero la puerta no volvió abrirse. Y un minuto después, cuando levanto la cabeza, comprobó que el color de sus mejillas y su agitada respiración no eran provocados por el deseo, sino por la furia.
Tomando el taco que él había tirado, se inclino sobre una de las bandas y lanzó un violento golpe que envió las bolas volando en todas las direcciones.
La bola blanca reboto contra una de las bandas, enviando la marrón a una de las troneras. Y aún sin darse cuenta de su presencia, Kyungsoo levanto el puño en gesto de triunfo.
-Un golpe de suerte.
A través del espejo vio que se quedaba helado, el taco en la mano como si fuera un arma.
-¿Quién ha dicho que la suerte ha tenido algo que ver?
Su tono era frio y superior, pero parecía nervioso mientras miraba alrededor buscando a la persona que había hablado. Tenía la cabeza erguida, los hombros tensos y el gesto de alerta. Parecía curiosamente vulnerable, como un cervatillo asustado.
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A merced de un Millonario (KAISOO)
RomanceEl no está dispuesto a aceptar nada más que la rendición total. El millonario Kim Jongin tiene una nueva presa: el heredero Do Kyungsoo, un bello pero mimado hombre que le causo problemas en el pasado. Y él está dispuesto a igualar el marcador. Lo q...