Cuatro.

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–Déjame- murmura ella sin mirar al hombre que está delante de sus ojos– Eres un asco.

–¿Yo soy un asco?- ríe– Me empujaste, estaba a punto de ser atropellado.

La toma fuertemente de los brazos.
Tan fuerte que la hace gemir.
Observo la casa que está al lado de los protagonistas de la pelea. Las ventanas están rotas, y los vidrios yacen en el césped.

Es algo serio.

–¡Déjame en paz!

Vuelve a gritar ella.
Y no tardo en intervenir hecho un manojo de nervios cuando el hombre trata de hacerla entrar nuevamente hacia aquella casa.

–Dejéla- grito, acercándome a ellos, llamando la atención de los dos.

____________ se queda perpleja.
Y empuja a aquel hombre para poder secarse las lágrimas del rostro, a pesar de ello, se dirige hacia mí una vez que está libre.

–¿Quién es él?él- ríe el hombre– ¿Otro de tus amantes?

–Sabes muy bien que nunca te fuí infiel- le responde, llena de ira. De pronto siento su mano tocándome el brazo, produciendo en mi un estremecimiento tremendo– Vete a la mierda Isaac.

Tira de mí, llevándome hacia mi auto.
A pesar de lo extrañado que estoy no dudo en seguirla.

–¡No vuelvas a cruzarte por aquí, perra asquerosa, que sea como quieras, ojalá él pueda pagarte las cosas que necesita!

Grita.
Y cuando estoy por girar la cabeza para comenzar a sacar cara por ella, el tal Isaac cierra la puerta de su casa. Dejándonos solos.

La maestra me suelta de inmediato.
Se restriega el rostro con fuerza tratando de no botar sus lentes al piso.

–¿Se encuentra bien?

Pregunto.
Haciéndome el tonto.
Ella asiente.
Volviéndome a mirar.
Y debo de admitir que quedo asombrado ante su mirada. Nunca antes la había tenido tan cerca...

–Lo siento- me dice, bajando la mirada–  Siento que hayas tenido que ver y escuchar eso.

Niego con la cabeza.
Sin saber que hacer o que decir.
Su cercanía me pone nervioso.
Y me pone aún más nervioso el hecho de que este llorando.

–¿Le hizo algo?

–Me fue infiel- sus dedos tocan la sien de su cabeza, y suspira. Tratando de tranquilizarse– ¿Crees que podamos olvidar esto? Gracias por ayudar.

Asiento.
Sin dejar de mirarla a la cara, se ve que está avergonzada, y aún más por el hecho de que ni siquiera puede dejar de llorar.

–¿Vive aquí? ¿Puedo dejarla en su casa?

Ella niega.

–No, gracias Ross, no quiero molestar más.

Niego de inmediato.

–No molesta.

De hecho, es todo lo contrario.
Y si puedo ayudarla de alguna forma a que deje de llorar, lo haré.

–Está bien- susurra, volviendo a pasar sus manos por todo su rostro– Gracias.

Asiento.
Saco mis llaves de mis bolsillos y la guío hacia mi auto que está a unos pasos de nosotros. Le abro la puerta del auto para que ella entre, puedo darme cuenta que esta insegura, pero su llanto actual no la deja concentrarse bien.

Suspiro.
Cerrando la puerta del copiloto.
Vuelvo hacia mi asiento, pensando...
¿En serio le fue infiel?
¿Quién podría serle infiel a una chica como ella?
Se ve tan especial...

Entro al auto y la observo.
Se ve más calmada.
Pero también puedo darme cuenta de que quiere explotar.

–Tranquila... ¿si?

Coloco mi mano derecha en su hombro, como una señal de apoyo. Ella asiente, y enseguida vuelve a mirar por la ventana que está a su lado.

–¿Dónde vive?

Pregunto, poniendo mis manos sobre el volante.

–Maples 560.

Riesgo | Ross Lynch. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora