Once.

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Para ser honesto, no recuerdo algún otro día en el que sentí esta emoción de felicidad con tan solo ver a una persona mirando a los ojos.

¿A qué se debe?
¿Será que estoy madurando?
¿O estoy emocionado por lo que pasó?
¿O... quizá...

Este enamorado.

Enamorado de aquella mujer inalcanzable.
Sé que acabamos de tener sexo.
Pero el sexo es algo completamente distinto a una relación estable donde yo quizá pueda salir de la mano con ella hacia algún restaurante lujoso o a una caminata nocturna llena de abrazos y besos.

No es la primera vez que dudo de mis sentimientos hacia ella. Las primeras veces comenzaron a las semanas de que ella inició a dictar clases en mi escuela.

Con tan solo verla me deleitaba.
Y por esto, no me refiero a su cuerpo.
Sino, al dibujo de su sonrisa.
A su delicado pestañeo, y su forma de tocar su cabello cada vez que contesta una pregunta de algún estudiante en clase.

Creo que su persona le da un gran significado a la palabra perfección.
Y ninguna persona que tenga sentido común podría resistirse a eso... y mucho menos yo.

Cuando comencé a dudar sobre si sentía algo por ella o no, me consideraba estúpido. ¿Por qué? Porque a penas había hablado con ella. Ella no me miraba en el aula, es más... soy tan callado en su clase que me sorprende que sepa mi nombre.

Pero ahora agradezco al destino y a su forma de ponerme las cosas en la vida.

Suspiro, tratando de no moverme de la vieja cama en la que estamos acostados. Bajo mi mirada para poder contemplar su bonito rostro.

Su cabello sigue mojado por la ducha que nos dimos juntos hace menos de media hora. Y realmente espero que le haya gustado la comida china que le pedí antes de que fuéramos a dormir...

Le dije que se secara el cabello antes de dormir ya que podría resfriarse pero decidió no hacerme caso... tan solo, me abrazó y se acostó a mi lado.

Pude notar que estaba despierta con mucha pereza encima, y no hay duda de que eso se debe a todo el llanto que soltó gracias al hijo de perra de su ex.

Pero ahora que duerme, se ve tan tranquila y relajada que... a pesar de mi corta edad, me hace querer decirle que podrá contar conmigo siempre y que siempre la protegería con una seguridad de mil cojones.

Acaricio su mejilla, llevando su cabello mojado detrás de su oreja.

Cierro los ojos nuevamente, intentando volver a dormir, acto que no conseguiría de ninguna manera por la cantidad de nervios y preguntas que tengo dentro mío.

Creo que realmente la quiero.
Y lo peor de todo esto, es que espero que todo no terminé como una ilusión...

Si pudimos compartir un momento íntimo sabiendo los dos que tenemos tan solo una relación de alumno y maestra... ¿qué obstáculo hay para no tratar de enamorarla?

Riesgo | Ross Lynch. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora