Siete.

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Dedicado a: Kiara_LM95
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Mis manos bajan por sus muslos lo suficientemente bajo como para que pueda darme un buen golpe por ser un maldito depravado.
Sus labios no dejan de besarme, haciendo mi excitación más profunda, estos saben alcohol, estoy casi seguro de que igual que los míos.

Con una inseguridad tremenda, toco su trasero. Robándole un dulce suspiro, que estoy seguro de que podría escuchar el resto de mi vida.

Mis movimientos allí son suaves, sin saber si seguir o no. Pero ella me facilita las cosas, poniéndome sus manos nuevamente sobre este, con más fuerza que la primera vez, casi haciéndome darle una nalgada.

¿Y cómo oponerme a ello?

Acaricio su cintura con más esmero, y esta vez, coloco su cuerpo al lado del mío, sin despegar nuestros labios. Mis manos no tardan en dirigirse hacia la incomoda blusa que esta usando, tiro de ella, quitándosela del cuerpo.

Sin dar muchas vueltas, ahora soy yo el que se coloca casi encima de ella, asegurandome de que mi maestra no se encuentre en una mala posición, ya que estamos en el incómodo piso.

Sin pensarlo mucho, mis labios se despegan de los suyos para poder dirigir los míos hacia su cuello, lo beso, y lamo como si fuese algo matutino. Mis manos tocan sus senos por encima de su sujetador, los presiono con delicadeza.

Luego me encargaría de ponerme rudo con ella.

-Ross- gime. Poniéndome a mil- Chúpalos.

Sonrío.
Le desabrocho el sujetador tratando de no ser brusco, y una vez que el sujetador cae al suelo. Me doy el lujo de mirar sus pechos, deleitandome.

Son grandes.
Y sus pezones son muy rosados.
Para ser honesto, son demasiado apetecibles.

Mi boca se dirige a uno de estos, y no tardo en hacerlo mío. Me encargo de pasar mi lengua por este, escuchando sus gemidos cada vez más fuertes mientras sus manos se encargan de tocarme la espalda por debajo de mi camiseta.

Succiono sus pezones con más intensidad.
Pellizco el restante con mi mano libre.

Abro los ojos y subo la mirada.
Encontrándome con su precioso rostro.
Dándome cuenta de que no había dejado de pensar en ese rostro desde la primera vez que lo ví.

Sus ojos están cerrados, y sus labios se despegan suavemente para poder gemir. Su espalda se arquea, haciéndome saber de inmediato de que le gusta lo que estoy haciendo.

Joder.
Realmente así se siente estar en el cielo.


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Disculpen la demora. ❤

Riesgo | Ross Lynch. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora