Riesgo | Ross Lynch.

Ocho.

Verla desnuda me hace sentir afortunado.
No lo sé, pero realmente siento como si estuviese teniendo un privilegio que no se volvería a repetir nunca.

Su cuerpo desnudo está en el piso, sus piernas están juntas mientras que sus deliciosos senos están siendo presionados por ella.

Abro sus piernas tratando de no verme como un adolescente con las hormonas alborotadas y posiciono mi cabeza entre estas sintiendo de inmediato las delicadas manos de _____________ entre mi cabello.

Haciéndome entrar al deleite.

Lamo su vagina.
Aún pensando si es que esto es la realidad o un jodido sueño mojado de los que he tenido últimamente con ella, también.

Su sabor es delicioso.
Sabe a pura gloria.
Alzo la mirada para observar su rostro.

Sus ojos están cerrados y sus labios entre abiertos, obligándome con sus manos a lamerle aquel íntimo lugar con más fuerza.

Y eso es lo que hago.

Entierro mi rostro en su entrepierna agresivamente, pasando mi lengua por cada rincón de este y casi llegando al maldito cielo al escuchar sus gemidos desgarradores por toda la sala.

Alzo mis manos para poder acunar sus senos en estas, pellizco sus pezones, haciendo que aumente de inmediato los gemidos que salen de su garganta. Le gusta. Y a mi me gusta aún más que me lo haga saber.

-Sigue, por favor.

Me dice.
Succiono su clítoris con cuidado, sintiendo como su espalda se arquea, pidiéndome más con tan solo una expresión corporal.

Dejo sus senos en paz para poder llevar mis manos hacia sus nalgas redondas que deseaba estrujar de tan solo verla dándonos clase a mis compañeros y a mí. Era imposible no imaginarme eso al verla con aquellas faldas tan pegadas a su piel de espaldas hacia nosotros mientras escribía en la pizarra.

Cada día que teníamos clase con ella, acababa con una dolorosa erección por tanto imaginarme la situación que estamos viviendo ahora. Por ello dudo de la realidad ahora mismo.

Sus manos levantan mi rostro haciéndome saber de que debo detenerme. Y eso hago por más que no quiero, mi maestra lleva mi rostro con sus manos hacia el suyo para poder conectarnos en un delicioso beso.

La hago probar de su propio elixir.
Y a ella parece gustarle, ya que me besa con más furia y pasión.

Bajo mi mano derecha hacia su vagina e introduzco dos dedos en ella. Los meto y los saco, sintiendo su entrada bien abierta. Muerdo su labio inferior.

Diablos.
Al parecer ha tenido mucha actividad sexual.
Es una lástima que recién haya comenzado a tenerla conmigo.

Mis dedos atacan su vagina con fuerza, sus labios succionan los míos y sus dientes muerden de vez en cuando mi lengua, volviéndome loco.

Aumento la fuerza de mis dedos cada vez que ella me muerde los labios con furia. Tanto así que estoy seguro que los tendré hinchados en unas horas.

Sonrío.
Separo nuestros labios, y saco mis dedos de su interior para conducirlos hacia su boca.

Ella los lame gustosa, obligando a mi mano quedarse quieta para que ella pueda gozar de su delicioso elixir.

Paso la lengua por mis labios.

Vaya...
¿Quién podría imaginarse todo esto de la maestra?