Capítulo V

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Capítulo V - Monika
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Miré la hora de mi móvil, eran las 18:12. Decidimos ir a una hora prudencial para estar con ella lo antes posible, y me sentía extraño. No me sentía yo mismo, era como si en esos 3 años que pasaron, los cuales para mi fueron unas pocas horas; hubieran cambiado la esencia de mi persona a un cascarón vacío, un mero recuerdo de lo que en su día fuí, y cuyo cambio para mi fué absolutamente arbitrario. Todo lo que recordaba había cambiado. Cuando me dispuse a guardar mi móvil, me ví reflejado en la negra pantalla, y mi reflexión se volvió certera. A simple vista, nada había cambiado en mi. Y hasta cierto punto, eso era verdad, pero el cambio real sólo era perceptible para mi, pues yo soy el único ser humano consciente de mi existencia como Takeda. En ese oscuro espejo vi un hombre desarrapado, con ojeras y barba de tres días; una mirada perdida, y una coleta de samurái cuyo único fin era el de ocultar mi identidad. A mi derecha, Natsuki vestía el abrigo color rosa ligeramente oscuro y la bufanda que en su día le compré, sumando a una larga peluca morena y gafas de pasta. Y a mi izquierda, Sayori, tan descuidada como era costumbre en ella. Su cabello de un suave tono salmón, que sería digno de retrato si no fuera por estar totalmente despeinado; y con todo, seguía siendo adorable a su manera. Una holgada camiseta de color beige tapaba con sus mangas los múltiples cortes en sus muñecas. Al principio me sorprendió, pero luego pensé que igual no era el mejor momento para hablar del tema.

Kazuo: ¿Señorita Shinohara?

Sayori: ¿Sí?

Kazuo: Pueden pasar a ver a la señorita Jiro, pero para la próxima, avisenos que viene con acompañantes, por favor.

Sayori: O-oh, lo siento mucho. Ellos son... La señorita Ryoko y el señor Hōi...

Kazuo: Encantado, señores.

Natsuki/Takeda: Igualmente...

*       *       *

Al entrar en su despacho, nos quedamos boquiabiertos. Un gran escritorio centraba la habitación, con diversas plantas en sus macetas embelleciendo la escena; mientras que la luz se reflejaba dulcemente sobre sus cabellos a contraluz gracias a los enormes ventanales en su espalda. Una inmensa estatnería ocupaba el muro izquierdo, con diversos libros sobre derecho y legislación. Un ordenador de alta gama se dejaba entrever debajo de la mesa, mientras que el resto se hallaba repleto de papeles desperdigados y bolígrafos. La pared derecha rellenaba su vacío con la pintura "Cuadrado Rojo y Cuadrado Negro", una obra que jamás entendí, ni tenía la intención de entender. Cuando la miré a la cara, vi el rostro de una mujer hecha a sí misma y confiada, con un lápiz apoyado en la oreja izquierda y una coleta de caballo que llegaba hasta su cintura, hasta ese momento invisible gracias al escritorio. Parecía la persona que ves por la calle y piensas que debe estar muy ajetreada.

Monika: Bienvenidos al bufete de abogados Makima, mi nombre es Monika, ¿en qué puedo ayu-...? ...... ¿Sayori?

Sayori: ¡La misma, mi líder!

Al decir eso, saludó con la mano en la frente como su fuera su capitana de la armada. En los ojos de Monika brilló una emoción repentina.

Monika: ¡Sayori! ¡Ven aquí!

En menos que se tarda en parpadear, ambas chicas estaban fundidas en un cálido abrazo. Cuando se soltaron, comenzaron a hablar.

Monika: Cuánto tiempo sin saber de ti, Sayo, ¿qué tal te va la carrera?

Sayori: La dejé hace un año.

Monika: Vaya, ¿y eso por qué?

Sayori: Ya sabes, por...

Mientras decía esto, movía su dedo haciendo un torbellino alrededor de una sien en su cabeza; representado locura o un trastorno psicológico.

Monika: Joder... Lo siento mucho, Sayori... Yo también llevo mucho tiempo dolida... Pero bueno, me he acabado acostumbrando al dolor de aquél día.

Sayori: Y tan acostumbrada, ¡mírate! Trabajas en un bufete de abogados con tu propio despacho, si eso no es 'acostumbrarse al dolor', ¡no sé qué es!

Monika: No lo digas así, que me da vergüenza...

De pronto, miró en nuestra dirección y cambió su expresión frunciendo el ceño.

Monika: ¿No me vas a presentar a tus acompañantes?

Sayori: No creo que haga falta... Ya los conoces...

Monika: Pues qué quieres que te diga, no me suenan de nada. ¡Buenas tardes, soy Jiro Monika!

Natsuki: Y yo soy Ryoko, pero... Puedes llamarme Natsuki...

La cara de Monika se oscureció durante un segundo, pero supo mantener la compostura.

Monika: A-ah... E-encantada, Srta. Natsuki... ¿Y-y usted?

Takeda: Yo soy Hōi... Pero puedes llamarme Takeda...

Monika miró aterrada a Sayori, y comenzó a balbucear. Su ojo derecho entró en un tic extraño.

Monika: S-s-sayori, ¿q-qué es esto?...

Sayori: Ya te lo han dicho ellos...

Sayori esbozó una sonrisa traviesa, mientras Monika trataba de encontrar una explicación lógica a lo que estaba pasando.

Monika: S-sayori, si esto es una broma, n-no tiene ninguna gracia...

Takeda: ¿Quién ha dicho que sea una broma..... líder?

Sin mediar palabra, Natsuki y yo nos quitamos los disfraces, y revelamos nuestra imágen real. Monika hiperventilaba, y cuando pasó medio minuto, se sentó en su silla y no alcanzó siquiera a tartamudear una frase. De un segundo a otro, comenzó a reír descontroladamente, parecía que sus cuerdas vocales se iban a resquebrajar en cualquier momento. Cuando la escalofriante carcajada cesó, nos miró con expresión de horror absoluto.

Monika: No, no, no, no... Esto es demasiado surrealista...

Sin avisar, y queriendo comprobar si todo era un sueño, tomó uno de sus bolígrafos y se lo clavó violentamente en el dorso de la mano, atravesando ligeramente la carne. Arrojó un grito de dolor tan desgarrador que podría haber fisurado el cristal de la ventana, cayendo al suelo agarrando su mano herida. Su faz transmitía horror en estado puro, y la sangre brotaba sin cesar, empapando su blanca camisa de ejecutiva. Cuando tratamos de acercarnos, ella se alejaba más, como si fuera un gato callejero asustado de un inofensivo transeúnte.

Monika: ¡No, no, no, no, no, no, no, no! ¡No podéis ser reales! ¡Lleváis tres años muertos!

Natsuki: Somos tan reales como la vida misma... Aunque eso no tiene mucho sentido...

Monika: Sayori, ¡¿me quieres explicar qué mierda está pasando?!

Kazuo: ¡Eso mismo pregunto yo, jefa! ¡¿Qué te han hecho?! ¡Fuera! ¡Fuera de aquí, y no volváis!

No nos percatamos de la presencia de Kazuo, pero era más que obvio que aparecería, el grito que arrojó Monika hubiera espantado a todos los pájaros en 3 kilómetros a la redonda. Kazuo nos echó del lugar rauda y agresivamente, pensando que habíamos agredido a Monika. Ahora estábamos en un buen lío. Ya no podíamos comunicarnos con ella más que de forma extraoficial, cosa que era casi imposible porque no sabíamos su teléfono personal. Ahora en la calle, nos miramos mutuamente. El silencio más absoluto reinó durante minutos, hasta que Sayori habló.

Sayori: Chicos... Tengo una idea...

CONTINUARÁ...

Doki Doki: Estoy Vivo [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora