Si tan solo. . .

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− Emily despierta − Dijo Hanna entrando en la habitación de la morena.

− Sólo 5 minutos más, por favor.

− Vamos, Em. Ya es tarde. − dijo la rubia al tiempo que tomaba asiento en el diminuto espacio que dejaba la morena en la orilla de la cama. − Despierta, dormilona. . . − pronunció más dulce de lo que esperaba, mientras acariciaba la mejilla de chocolate delicadamente con dos dedos.

Emily sintió el tacto y miró por el rabillo del ojo lo cerca que se encontraba su amiga, y con un movimiento rápido, ahora ésta ya no estaba sentada sino acostada al lado de ella, dejándolas frente a frente.

La morena no pudo aguantar el impulso de abrazarla y de acomodar su cabeza entre el cuello de la más bajita. Y sin poder siquiera notarlo, y con el calor del cuerpo de su amiga, ya estaba dormida.

Hanna no supo cómo pasaron las cosas. Todo fue tan rápido. En solo segundos ya tenía a su amiga acurrucada en ella, pero se sentía tan bien que no tenía derecho a reclamar.

Perdió la consciencia minutos después que la otra joven, y cuando hubo despertado; por un movimiento hecho por alguien que estaba abrazándola; se encontraba a centímetros de los labios más perfectos que haya visto nunca. Al instante el nerviosismo invadió su cuerpo y sus mejillas se volvieron color rosa.

La mente de la rubia se encontraba divagando y no había nada que ella pudiera hacer para impedirlo, pensamientos relacionados con la belleza y majestuosidad de la morena invadían su cerebro. "¿Cómo alguien puede lograr verse así de bella, sexy y tierna al mismo tiempo, y más encima durmiendo?". Todas estas ideas solo hicieron que sus pómulos pasaran de un rosa a un rojo intenso, aunque fue en particular un pensamiento el mayor culpable del color de su cara, el que tuvo también otros efectos en ella; la vergüenza. ¿Cómo era posible que sintiera ganas de besar a su mejor amiga? ¿Era eso normal? "¡Claro que no!". Sin embargo, no podía evitarlo, esas ganas iban y venían, una y otra vez. Era una tortura. "¿Qué mas da? Está durmiendo y sólo picaras sus labios con los tuyos, algo rápido. Esto te está matando, Han".

Comenzó acercándose sigilosamente, y aún cuando solo centímetros las separaban, para Hanna era como si estuvieran a mares de distancia. No quería que la morena despertara, así que hacía cada movimiento con suma delicadeza, como jugándose la vida en ello.

Está, ahora, a milímetros de los labios rosa que quiere probar, pero algo la interrumpe. Algo que no esperaba; un pequeñito estornudo de su amiga, uno que hizo que despertara, haciendo que se dé cuenta de lo que ésta estaba a punto de hacer.

Los ojos color café están abiertos lo máximo posible, mientras que los azules están paralizados.

El color chocolate de las mejillas prontamente comienza a transformarse en un rosado fuerte, mientras que los pálidos pómulos ya no dan más de tan rojos que están.

"¿Estaba a punto de besarme?" Pensó la morena desconcertada inmediatamente después de abrir los ojos.

Hanna se incorporó lo más rápido que pudo y al instante comenzó a crear una explicación para darle a su amiga, pero no pudo. Las letras volaban en su mente sin siquiera juntar alguna silaba.

Pasaron varios segundos antes de que la rubia se atreviera a confiar en su cerebro y en las palabras que pudieran salir de su boca.

− Y-yo no sé por qu-

Unos suaves y gruesos labios interrumpen la salida de palabras de la rubia.

Quedo helada, sin saber que hacer. "¡Adelante! ¡Qué esperas! Está haciendo lo que querías. Respóndele el beso, idiota". Así que Hanna respondió, moviendo sus labios en sincronía con los de Emily, antes de que esta última se arrepintiera de lo que acaba de empezar.

La normalidad de EmilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora