Vecina nueva.

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El tiempo corre y ya van dos años desde que Hanna se mudó. Es importante nombrar que forjaron una fuerte amistad junto con Emily. Son inseparables. Hasta el día de hoy, la morena da gracias internamente a sus padres por casi obligarla a ir a la casa de las Marin. Después de todo no salieron tan mal las cosas.

Como la mayoría de los días de este verano la morena iba caminando tranquilamente con Hanna a su lado.

Estaban conversando de cosas al azar, cuando la morena se percato de otra mudanza en el barrio, sorprendida, no es capaz de evitar mantener su atención en ese hecho más de la cuenta y arrugar levemente el entrecejo por el acontecimiento.

No sabe cuánto tiempo estuvo mirando exactamente, hasta que Hanna le habla. − Esperaba ser la última en mudarme aquí –. La rubia mueve los hombros de forma desinteresada.

La morena, al escuchar lo que su amiga dice le presta atención pero solo por unos segundo ya que el sonido de una puerta abriéndose llama nuevamente su atención. Su mandíbula cae, literalmente, cuando ve salir a una chica rubia de la casa en busca de más cajas para llevar dentro. Se percata que su caminar es delicado y veloz. Camina como si la estuvieran llevando pajaritos. Sus ojos, por lo que alcanzó a notar Emily, son celestes, un poco más claros que los de Hanna. Profundos como el cielo. Los de Hanna son más como el océano.

Y gracias al último pensamiento se da cuenta que no está sola sino que su amiga está a su lado, mirándola con una expresión de extrañeza.

Vuelve en sí, cuando escucha que la están llamando a lo lejos.

− Emily. Emily − Hanna decía cada vez más fuerte pero su cuerpo no reacciona, no se mueve. Es como si estuviera esperando que la rubia saliera nuevamente para revivir. − Em ¿Me escuchas?. ¡Emily! − Hanna no aguanta más y hace un chasquido con sus dedos delante de la cara de la morena. Esta última se gira y quedan a centímetros la una de la otra, ya que la rubia anteriormente, se había acercado bastante a la morena para entender que le pasaba.

Esto toma por sorpresa a ambas y torpemente se alejan la una de la otra. Emily no comprende porque de un segundo a otro se puso tan nerviosa, ni porque su corazón está tan acelerado ni mucho menos porque siente su cara arder. Sin embargo toma la valentía suficiente para mirar nuevamente a la rubia a la cara, y menos mal lo hace, porque gracias a eso logra percibir un pequeño enrojecimiento en sus mejillas, obviamente menor al que ella misma posee en su cara.

− Ahora que tengo tu atención – Dijo su amiga sonriendo. Provocando que el enrojecimiento en Emily aumentara. − Te estaba hablando sobre qué haremos en las vacaciones. Presiento que este verano será diferente y fabuloso − guiñó el ojo. − Y quiero hacer algo inolvidable e increíble para ambas.

− Está bien, pero sabes que no soy buena con los planes. Yo con mi aburrida rutina soy feliz −.

La rubia rodo sus ojos ante el comentario de su amiga – Eso lo sé, te conozco así que déjame lo divertido a mi y tú solo compláceme con tu presencia y compañía.

− Está bien, lo dejo en tus manos entonces, confió lo suficiente en ti para saber que no arruinarás mi vida con tus planes – La morena sonrió a su amiga. – Ahora, cambiando el tema. ¿Notaste que hay nuevas vecinas? – Noto que la rubia le asintió como forma de confirmación y prosiguió. − ¡Dah! Obvio que lo notaste – Soltó una risa nerviosa.

− Bueno sí, no soy idiota para no notarlo. Está frente a nosotras el camión de mudanzas y tanto la chica como su mamá, bueno, supongo que es su mamá, no paran de llevar cajas y cajas dentro de la casa.

− Bueno sí. Tampoco quise decir que eras idiota, aunque da lo mismo. – Hanna la miro con extrañeza. – O sea, no da lo mismo que no seas idiota. O sea, no eres idiota. Claro que no. – La expresión de extrañeza de la rubia se multiplico pero esta vez fue acompañado con una disimulada risa. – Me refiero a que da lo mismo la mudanza. Ven vamos. – Comenzó a caminar. – Sigamos hablando de tus aburridos planes para las vacaciones. –

La normalidad de EmilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora