Después de la tormenta no sale sol.

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Pájaros volando, hojas cayendo y ramas moviéndose al compás del viento es la visual que tengo en estos momentos. Me encuentro sentada en el sillón que da hacía mi ventana, con las rodillas dobladas pegadas a mi pecho y el mentón sobre ellas. Ya no doy más de cansancio, no sólo físico, si no también mental. No he parado de pensar en las palabras de Hanna. ¿Realmente me gusta Alison? ¿Y qué pasa con el sueño que tuve con Hanna?, Casi no pude dormir pensando en alguna respuesta. Tengo unas ojeras desastrosas y mi cuerpo esta cortado, no poseo ánimos para realizar ninguna actividad.

Luego que salí enfurecidamente en shock de la casa de la rubia, sentí el pecho apretado, era una presión inexplicable, me ahogaba, la necesidad de gritar y golpear cualquier objeto era incontrolable.

No era tanto el enojo con ella, bueno, no estaba enfurecida por lo que me dijo, estoy enojada por la forma en que lo hizo ¿No encontró mejor momento y manera para hacerlo?, digo, nuestra relación ya estaba rara como para que lo hiciera justo en esa ocasión. Pudo haber sido más suave.

Sus palabras, aunque en cierta manera me ayudaron a “comprenderme”, igual atravesaron mis limites de racionalidad, no es normal lo que me ha pasado este último tiempo. No tiene nada de malo que me atraigan las mujeres y ¿Qué mejor que me guste alguien como Alison?; ha sido sumamente atenta y amigable conmigo desde que nos conocimos. Y con Hanna, bueno, supongo que soñar calurosamente con tu mejor amiga no es algo que suceda a menudo, así que algo debo sentir por ella, aunque por el momento solo puedo reconocer el enojo. Sin embargo no es algo que se tome a la ligera, o sea, la sociedad misma te hace pensar que es un error. . . Y bueno, por otro lado mi amiga fue sumamente egoísta. No fue la mejor manera a darme a entender mi sexualidad, Dios, un poco más y dice que es homófobica, y eso, no es precisamente lo que necesito en estos minutos. ¡Claro que no! Ahora solo necesito comprensión, y no solo de los demás, si no también de mi parte. Necesito entenderme.

– ¡Emily cariño, el almuerzo está servido!

– Ya voy mamá.

“Menos mal me saco de mí trance”.

Baje las escalera sin ánimos, lo que menos tengo ganas de hacer es comer, pero bueno, si dejo de hacerlo mi mamá notará que algo pasa y no es el mejor momento para explicarle como me siento.

Estábamos comiendo bajo un incómodo silencio que mi mamá decidió romper. – Miel, ¿Te encuentras bien? – Asentí en forma de respuesta – Bueno, ya sabes, no te ves precisamente contenta. Si hay algo que te molesta puedes decírmelo.

– Yo, yo no estoy segura de poder compartir esto contigo. – dije sin darle muchas vueltas al asunto.

– Emily, eres mi hija. Mi única hija, puedes decirme lo que quieras. Te apoyaré siempre.

– Lo sé, es solo que, estoy es diferente.

– Bueno, aprovechando que el silencio que había hace poco no me agradaba para nada, puedes hablar conmigo ahora. Tenemos todo lo que resta de día para nosotras.

– Mamá, no creo que sea buena idea. Yo ni siquiera estoy segura de lo que pasa conmigo.

– En ese caso mejor, así le damos un segundo provecho a la charla.

– ¿Cuál segundo provecho?

– Qué estés segura y entiendas lo que estás sintiendo.

Y con eso me arme de valor y converse con mi mamá. Decir que no fue incómodo seria mentir, pero fue una conversación sumamente importante, me ayudó mucho a entender lo que pasaba. Y no solo a mí, a mi madre igual, ella por fin terminó de comprender mi comportamiento, por lo menos eso fue lo que dijo. Y bueno, aunque todavía no estoy completamente discernida sobre mis sentimientos hacia las dos rubias, algo tengo claro ahora; no solo me agradan como amigas.

Perdón el capítulo en un poco corto, pero el próximo lo compensará.
¡Saludos!

La normalidad de EmilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora