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La tormenta que se avecinaba había desistido, así que Violeta se encontraba junto a Pope, JB y Kiara mirando la pantalla donde se veía la cámara del dron. Habían encontrado el Merchant, joder, iban a ser totalmente millonarios. Pero la emoción bajó rápidamente.
–No está ahí. —Suspiró John B— Solo, sube el dron.
–Pasemos de nuevo, recarguemos la batería. —Pope habló hacia el pecoso— Volvamos a bajar.
–Ya pasamos tres veces. —Dijo JJ desde el timón— No hay nada.
–¡Cállate! —Kie le respondió.
–¿Qué? ¡Es verdad!
–El oro puede que esté enterrado. —La morena alzó la voz— No sabemos.
–Si estuviera ahí, lo habría encontrado el detector de metales. —La rubia habló tranquilamente, alguien debía mantenerse sereno para la posible discusión en el grupo.
–Alguien llegó primero. —John B volvió a suspirar.
–O nunca estuvo ahí. —JJ habló entre dientes.
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Violeta se dejó caer en su cama agotada. El rubio la imitó y ambos quedaron en silencio mirando el techo. Había sido arriesgado que ambos hubieran ido hasta la casa de la chica, pero estaban agotados y solo querían descansar, y sin contar a la madre de la rubia, era el lugar perfecto.
–¿De verdad crees que el oro nunca estuvo ahí? —Violeta susurró.
–No lo sé. —JJ suspiró.
Ella volteó su rostro para mirar al de ojos azules. Él al sentir la mirada de la chica, movió su cabeza para observarla. Violeta sonrió sin mostrar los dientes, era una sonrisa cansada, pero que emanaba una tranquila energía. JJ también sonrió y se acercó para comenzar a besar sus labios, dios, le gustaban tanto, eran realmente suaves y tenían ese tenue sabor a cereza del lipstick de la chica que lo volvía loco. Violeta pasó su mano suavemente por el cabello rubio y comenzó a acariciarlo. Pero unos marcados pasos de tacón los hicieron separarse.
–Violeta, podrías abrirme la puerta. —La voz de Eleanor Reid sonó al otro lado de la puerta.
–Mierda.
JJ se levantó rápidamente de la cama y corrió hasta la ventana, pero era imposible escabullirse por ahí. La rubia tomó su mano y lo llevó hasta el baño, donde tiró de la cadena para engañar a su madre. Cuando abrió la puerta de su habitación, la rubia mayor tenía una gran caja sobre sus brazos.
