EPÍLOGO

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Dos días después........

Abrí la puerta de mi habitación, y como era de esperar,todo estaba en completo silencio y en penumbras. Son como la una de la madrugada, pero el motivo por el cuál me levanté, es porque tenía hambre. El filete demasiado quemado que Maya hizo para cenar, no logró sastifacer mi apetito.

Caminé de puntitas, para evitar que alguien me escuche. O que algunas de las maderas que revestian el piso, haga ruido. Bajé de a poco las escaleras, a medida que mi piel se erizaba a causa del frío. Tal vez, debí ponerme un abrigo por sobre mi pequeña camisola de color crema. La compré, ese día que Maya nos llevó hasta el pueblo. Amé su tela. Una muy sedosa y suave. Además, de que poseía tiritas super finas y una amplió escote, dejando al descubierto la parte superior de mis senos, si... poseía algún sostén. Pero me lo quite, por lo incómodo que es. No me gusta dormir con sostén. Por lo cuál, el escote quedaba más arriba que la parte superior de mis senos.

Al llegar al último escalón, pise el piso con el pie completo. Se sintió demasiado frío, debido a que me encontraba descalza. Me abracé a mi misma, caminando en dirección a la cocina. Al ingresar, caminé hacia la heladera, ese bendito cofre lleno de alimentos super deliciosos y exquisitos. Me sentía como un pirata. Abrí las puertas, observando lo repleta que se encontraba. Mordi mi labio inferior, recorriendo con mi vista de arriba hacia abajo. ¿Qué comeré?.

Saqué una bolsita de chisitos. Si, los chisitos estaban allí, y estaba más que segura que Amelie los escondió, porque odia que Daysi se los coma. Un poco de helado de dulce de leche. Y estire mi mano para sacar un pedazo de torta.

-¿Qué haces?- una voz a mis espaldas logró hacerme sobresaltar del susto.

Di un pequeño salto, y luego voltee, encontrandome con Enzo. Llevaba puesto unos pantalones deportivos y una remera de color blanca. Su mirada se fijó en mi rostro, y apretó su ceño, confundido.

-Dios....- Suspire, aliviada -Casi me matas del susto- confesé, volviendo mi vista a la heladera.

Tomé el pedazo de torta, y cerré la heladera.

-¿Qué haces despierto a está hora?- busqué un tenedor y tomé asiento sobre una de las altas banquetas.

-Lo mismo que tú- confesó, tomando otro tenedor, y sentándose en frente de mí.

No pude evitar sonreír. Hundi el tenedor en la torta, sacando un delicioso y apetitoso pedazo. Me lo llevé a la boca, deleitandome con ese manjar. Solté un pequeño gemido lleno de placer, al saborear la explosión de chocolate, dulce de leche y licor que se produjo en mi boca. Amo está torta. Amo el chocolate.

Levanté mi vista,encontrandome con su mirada fija en mi. Me estaba observando. Pero de una manera muy peculiar.

-¿No te gusta? ¡Pruebala!- le señale la torta con mi tenedor -Está exquisita- asegure. Masticando.

Enzo,dejó el tenedor sobre la mesa. Llamando mi atención.

-¿Quieres jugar?- me preguntó, apoyando sus brazos sobre la mesa.

Me tomé unos segundos, para terminar de masticar mi pedazo de torta. Muy lentamente.

-¿Jugar?-apreté mi ceño.

-Aja- afirmó, ensanchando una perversa y maliciosa sonrisa.

Me preguntó que es lo que estará pasando por esa cabezita. El echo de imaginarme lo que Enzo podría llegar a estar pensando, me producía cierta curiosidad.

-¿A qué?- le di toda mi atención.

-Sólo di que si o que no- pidió.

Solté el tenedor, dejándolo a un costado. Si lo que quería era despertar mi curiosidad, acaba de lograrlo.

QUIERO COMPLACERTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora