CAP 8

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Sueños, recuerdos y fresas

–¿Papi algún día va a volver, ma?– pregunto mientras acomodo mi mochila sobre mis hombros. Pero esta se desacomoda al primer momento en que doy un paso.– Uh.

Antes de iniciar una nueva ronda de forcejeos con las solapas de mi mochila, mamá interviene y disminuye el largor de estas.

– Deberíamos conseguir una nueva mochila.– dice por lo bajo, más como una nota para ella misma.

Ignora mi pregunta, otra vez.

– Mami, está bien si no quieres hablar de él, solo házmelo saber .– hablo repitiendo algunas de las palabras de mi psicóloga.

– Cariño, eres tan maduro a tu edad,– sacude mi cabello y luego de acomodar mi mochila, se pone de pie para después quitar las arrugas de su traje.– me atrapaste. Creo que aún no estoy lista.

Sentía que nunca iba a estar lista, y muy en el fondo yo tampoco estaba listo para escuchar la respuesta a una de las preguntas que más frecuentaba por mi cabeza los últimos días.

Pero la señora Jade me había enseñado que las personas necesitan tiempo para procesar las cosas, aunque aún no estaba muy seguro a que se refería.

Papá no había vuelto a casa desde hace varias noches, la última vez que le vi me daba las buenas noches.

Miro mis tenis blancos. Mamá siempre se esforzaba para que quedarán así de limpios, sin ninguna mancha a la vista. Esta vez era mi turno de cuidar sus tenis.

– Se que lo querías mucho, mami. Y se que él también te quería.– digo luego de recorrer una cuadras.

– Aww, que hice para merecer a un hijo tan bueno.– dice y alza su mano al cielo cerrando los ojos.– ¡Gracias!

– Mamiii– suelto algunas carcajadas por su actuación.

– Pastelitooo– alarga las palabras igual que yo y sonríe.

Seguimos caminando y damos la última curva del camino. Al fondo de la calle los altos muros se alzan y las grandes puertas de la escuela se cruzan en mi campo de visión, ya hay muchos niños con sus coloridas mochilas en la entrada despidiéndose de sus padres.

– Que suerte que te guste estudiar.– apunta mientras observa a un par de niños con cabello café forcejeando con su madre para salir del coche.

– Nunca dije que me gustara...

– ¡Luke!– reprocha mientras suelta algunas risas.

Llegamos cerca de las grandes puertas blancas y me giro hacia ella para despedirme.

– Te quiero, mami.– le digo y abrazo su cintura.– Ojalá para el próximo verano pueda crecer lo suficiente para darte un graaan abrazo.

Ella ríe y se agacha un poco para devolverme el abrazo.

– Para eso deberías empezar a comer todos tus vegetales.– revuelve mi cabello al separarse.

– Um, ya no suena como una buena idea.– sujeto mi mochila pensativo. No comería esas platas con sabor raro,– ¡Puedo jurar que saben a agua hervida!

EL CHICO DEL TIEMPO #wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora