Capítulo segundo

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Estaba frente a la puerta de la habitación de Hermione indeciso sobre lo que estaba a punto de hacer. Iba a pedir perdón, un Malfoy iba a pedir perdón a una sangre sucia. Tocó en la puerta tres veces sin obtener respuesta a sí que decidió entrara por la fuerza. Estaba dormida con un pijama azul celeste, el pelo revuelto esparcido por la almohada y con las rodillas en el pecho que abrazaba con los brazo hacia el lado izquierdo. 

Le acarició la cara roja de haber llorado y levantándose se limitó a esperar a que se despertara sentado en una silla que había al fondo de la habitación. Estuvo esperando cinco minutos hasta que la chica abrió los ojos y al verlo allí cogió la varita de la mesilla con una mano mientras con la otra se sujetaba el cuello. Le tenía miedo.

El chico se levantó de la silla y fue muy despacio hasta la cama con las manos en alto para que viera que no estaba armado. 

-¿Qué haces aquí?-preguntó con la voz ronca- ¿qué quieres?

-solo he venido a disculparme- dijo él sentándose en la cama cerca de ella aunque Hermione había estado reculando había atrás a cada paso que daba el slytherin.

Dejó de moverse y se le olvidó respirar. Hermione se hecho para delante con intención de cerciorarse de que ese era Draco Malfoy y no otro gastándole una broma pesada. Le tocó la cara y le miró el pelo concienzudamente  pesar de la mueca de desagrado fingido que ponía el chico.

-¿Quién eres tú y que has hecho con Draco Malfoy?- preguntó volviéndose a echar para atrás en la cama. El chico sonrió y Hermione se asustó aún más. Draco no sonreía. Salió de la cama como una exhalación volviendo a apuntar al chico con la varita. El chico la siguió con la mirada hasta que esta se paró a dos metros de él. 

-lo siento, Hermione- 

No pudo soportarlo más. Hermione se dejó caer en el suelo llorando tirando la varita hacia la puerta aún abierta. Draco reaccionó y la cogió entre sus brazos pero la chica se revolvió intentando liberarse. Draco la abrazó más fuerte susurrándole al oído frases reconfortantes. 

Cuando dejó de llorar, Hermione miró hacia arriba para encontrarse con la mirada plateada de Draco. La volvió a recostar contra su pecho. Si alguien hubiera entrado allí y los hubiera visto así el chico habría tenido problemas pero nadie podía entrar ya que solo ellos, Dumbledore, Mcgonagall y Snape tenían la contraseña. 

No quería que ese momento acabara. Tenía a la mujer de su vida entre sus brazos llenándole del calor del cual él carecía. 

-Draco déjame ya que me estás asfixiando- dijo la chica que se había puesto roja. El chico aflojó los brazos para dejarla marchar a regañadientes.-gracias por pedir perdón, Draco. Eso dice mucho de ti. 

El chico se levantó y fue hacia la puerta. Se paró un segundo y se apoyó en el marco.

-Granger, no me pongas los ojos en blanco, por favor-

La chica se volvió para mirar al chico con los ojos como platos.

-¿por favor?- preguntó extrañada- ¿estás bien, Draco?

-solamente no me los pongas.-

-¿por qué?-

-no preguntes lo que no quieres saber, Granger. Ahora vístete y baja a desayunar-

La chica hizo lo que el slytherin le había dicho y se puso una sudadera azul oscuro y unos vaqueros muggles azules claros con sus botas marrones. Intentó arreglar su pelo pero al ver que no podía hacer nada, lo recogió en un moño. 

Entró en la cocina pero no vio a Draco en ningún sitia por lo que se sentó en la encimera donde había un cuenco con leche y cereales como el que había estado cenando la noche anterior. Tomó un par de cucharadas y salió de la torre para ir al lago a patinar.

La chica del lagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora