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"Diré tu nombre, solo escucha ¿No suena diferente? Nunca lo había susurrado de esta manera."
Florence miraba a la sirvienta que la ayudaría, era una chica aún más joven que ella que no debía pasar los quince años, aun así, se demostraba bastante alegre de trabajar para ella. Henry la había dejado con la joven que le serviría desde aquel día en su nuevo hogar. Sin duda cuando bajo de la carroza no imaginaba que la casa en donde viviría fuera sin duda preciosa, una casa con fachada blanca y grandes esculturas en el jardín. Henry se mostro como un gran anfitrión diciéndole que podría cambiar lo que quisieran.
La casa por dentro era maravillosa, con una gran escalera de madera y pisos del mismo material que brillaba al dar suave pasos. La llevo por la biblioteca, su despacho, la sala. Todo era hermoso, pero lo que más le agrado fue que habilitara el tercer piso para Harry, además de contratar un profesor alemán con un gran curriculum para enseñarle.
No pensaba que la mansión también contara con caballerizas y un pequeño bosque. La llevo luego a su habitación donde la jovencita le indico que el señor no dormía con él. A pesar de que era una habitación gigante para ella sola, ni siquiera se comparaba a las habitaciones en casa de la condesa. Una vez bañada y con un camisón de seda decidió salir al balcón el cual daba una hermosa vista al jardín trasero. Siente la puerta ser abierta, pero sospecha que es la joven Amy con su cena. Se sorprende de que encuentre a Henry allí solo con unos pantalones de dormir.
- ¿Qué hace aquí lord?
- Vengo a dormir- dice el con diversión abriendo la cama
- Pensé que dormiría sola- responde ella sinceramente entrando a la habitación.
Eso parece divertir al hombre que ríe suavemente viéndola.
- Si quieres puedo volver a mi antigua habitación para no incomodarla mi lady
- ¿Por qué me llamas así? - susurra viéndola
- Tu me llamas Lord... creo que justo.
Las mejillas de la rubia se tiñen de rojo y niega. Rebekah hace un par de días le dijo todo lo que una madre le enseñaría a una esposa casada. Nunca tuvo la información de lo que un marido esperaba en compartir una habitación y sin duda la rubia fue de gran ayuda.
- Puede llamarme Florence
- Claro- sonrió- ¿Ahora crees que pueda recostarme?
Florence asiente viendo como el se mete en la gran cama, ambos quedan en silencio cuando entra la chica de quince años con una bandeja y se sonroja al verlos.
