Capítulo 9| Culpa.

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CULPA.

Todos habían tomado asiento. Estaban cómodos cada quien en su silla con una taza de café en la mano. Suriel había preferido un poco de refresco, por lo que Cielle regresaba de la cocina con una botella en la mano, al dársela al menor caminó directo hasta una de las estanterías repletas de libros. Maia se encontraba nerviosa, no le gustaban los silencios así de incómodos y, al parecer, ella no era la única. Jeremiel se rumia en su asiento con un notable nerviosismo.

—Ha habido más muertes —dijo Cielle al fin.

Nadie podía verle el rostro. Se encontraba de espalda a los presentes con la mirada puesta en un libro.

—Es como un patrón —intervino Suriel— por años los demonios han sido cautelosos, ya saben, un asesinato por aquí otro por allá. Nada que alerte a las autoridades, pero luego de la muerte del padre de Cielle, se han registrado más muertes. Han sido unas diez en menos de veinticuatro horas.

A Maia se le fue el aliento.

—¿Los han desangrado a todos? —cuestionó ella.

Cielle regresó la mirada.

—¿Te preguntas por qué asesinaron a los demás y no a tus padres?

Jeremiel se removió incomodo ante la pregunta de la chica. Él no quería escuchar una vez más que todo era su culpa.

—Eso intriga un poco —continuó Cielle— es probable que estén planeando algo.

—Y que la sangre de Jeremiel sea la cereza del pastel —concluyó Suriel.

Maia llevó la miró al aludido. Se encontró con el par de ojos bicolores pidiéndole clemencia. La noche de ayer lo había notado: a él le dolía ser culpado.

—Aun así sigue sin ser su culpa —defendió Maia con rapidez.

—No creemos que sea su culpa —contestó el menor de todos— solo que, pensándolo bien, puede que la llegada de Jeremiel a la Tierra haya agilizado un plan macabro.

—¿Y qué podría ser ese plan? —habló por fin Jeremiel.

Cielle dejó el libro que tenía en sus manos sobre una mesa. Todos se acercaron. El libro tenía símbolos, tachones y unas cuantas cosas escritas a mano. Maia reconoció esa letra, la había visto un par de veces en sus boletas de detención. Era la letra del director.

—Mi padre los investigaba —aclaró Cielle— sabíamos que tarde o temprano vendrían por él. Mi padre me hablaba mucho sobre la mortalidad de estos seres y que podían estar haciendo hasta lo imposible para regresar.

—¿Al infierno? —cuestionó Maia.

—O al cielo.

—Cualquier lugar donde no sean mortales —añadió Suriel.

—Los demonios pueden adaptar cualquier forma, pero como castigo son enviados a la Tierra como humanos, mortales. Sin ningún poder —Cielle pasó unas cuantas páginas— aquí dice que ellos consumen sangre sagrada para no morir. Pero la sangre pura no los mantiene lo suficiente, ya que su sangre y la de los ángeles no es compatible. Más bien podrían desaparecer de tanto consumirla.

—Y mi sangre —dijo Jeremiel sin acabar.

—Es mixta —acabó la chica.

Maia lo entendía por fin. Buscaban a Jeremiel porque era el único ser capaz de resistir ese tipo de sangre. Jeremiel era ángel y demonio en un solo cuerpo. Era oro para los demonios que intentaban vivir en la Tierra. Su mente se iluminó por un momento.

SANGRE #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora