Capítulo 18| Liberarse del mal.

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LIBERARSE DEL MAL.

Una mata de cabello rubio se movía con rapidez por toda la estancia. Los ojos bicolores de Jeremiel hacían lo posible para no perderla de vista. Cada movimiento que hacia al subir y bajar le terminaría dando un increíble dolor de cabeza. Era tanta la impaciencia de la pequeña rubia que, en cuanto ella volvió a pasar por el lado del pelinegro, él la tomó por el brazo, deteniéndola de golpe.

—Maia, podrías detenerte un momento —le suplicó— te juro que si sigues así terminaré vomitando del mareo.

Maia posó sus ojos zafiros en el rostro de Jeremiel, luego los regresó a la estancia, la cual era su habitación. Todo estaba a la perfección, más que perfecto. Lo cual se debía a la impaciencia y nerviosismo que desbordaba Maia por cada poro de su piel. Jeremiel, igual de impaciente, enarcó una de sus cejas oscuras hacia la chica; los dos se encontraban frente a frente bajo el umbral de la puerta.

—Hoy es mi baile de graduación —soltó Maia de manera torpe.

—Lo sé.

—Y estoy muy nerviosa —confesó.

—Sí lo estás.

Las miradas de los dos se encontraron nuevamente. Jeremiel podía notar que Maia estaba al borde del llanto.

—Y se supone deberían estar aquí mis padres —añadió ella.

—Los encontraremos —contestó él.

Silencio. Lo único que se escuchaba en toda la casa era el común tarareo de Alena al cocinar.

—Y siento que es muy egoísta de mi parte ir al baile.

—No lo es.

—Pero quiero una noche normal, como cualquier otra chica.

—La tendrás.

—Soy un desastre, Jeremiel. ¿Qué debo hacer?

Una lagrima rebelde logró ganarle a la rubia. Jeremiel la secó y sin preguntárselo dos veces tomó el cuerpo delgado de Maia entre sus brazos, abrazándola. Ella se aferró a su torso, cerró los ojos y aspiró con fuerza. Habían pasado dos semanas desde la tragedia con los demonios. Aun así, Jeremiel de vez en cuando encontraba a Maia siendo más protectora con sus hermanos, con Alena, hasta con él.

Se notaba como esa noche había dejado repercusiones en ella. A Jeremiel le dolía aquello, ¿cómo alguien lograba mantenerse a flote luego de darse cuenta que toda su vida había sido una mentira? Admiraba a Maia, ya que, a pesar del semblante débil e inocente que portaba, dentro era más fuerte de lo que se podría llegar a creer.

—Debes vestirte porque estás por llegar tarde a tu baile de graduación —dijo él luego de un corto silencio.

—¿Y si los demonios llegan y se lanzan contra mis compañeros de instituto?

—¿Por qué harían algo como eso?

Al separarse Maia encontró cierta sonrisa de burla en el rostro de Jeremiel.

—Porque se dieron cuenta que las escrituras por las cuales les pagaron no eran en realidad las escrituras —respondió con obviedad— ya sabes, Jeremiel. Como una cadena, nosotros seriamos los últimos en ello.

—Entonces aún hay tiempo para disfrutar.

—E investigar.

Jeremiel asintió. Nuevamente hubo silencio. Maia caminó hasta la cama, tomó asiento y miró el cuerpo de Jeremiel apoyado contra el umbral. No disimuló, sentía que con Jeremiel no servía fingir, era como si él se diera cuenta de todo lo que ella pensara o sintiera.

SANGRE #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora