Capítulo 5| De pie ante los marginados.

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DE PIE ANTE LOS MARGINADOS.

Los ángeles caían, uno a uno desde lo alto de una montaña. En la cúspide se encontraba él, con sus alas blancas extendidas, dispuestas a volar, se le notaba el terror en la mirada, se notaba la manera tan extraña en la que a pesar de tanto dolor y tristeza se mantenía firme, dispuesto a caer a aquel vacío al que todos se lanzaban.

Maia se encontraba muy abajo, casi en lo profundo de la oscuridad, admirando desde ese lugar como el chico blandía sus alas y se dejaba caer, sin intención alguna de usar de sus habilidades para evitar el golpe. Maia sintió el terror correr por sus venas, debía salvarlo, debía evitar que muriera. En el momento exacto en que ella extendió sus brazos, millones de cuerpo inertes cayeron como estrellas, todos envueltos en sus relucientes y doradas alas, Maia no podía salvarlos a todos, pero la mayoría caía a su dirección, mientras que en lo alto de la fría montaña su padre se abrían paso para caer.

—Debes creer pequeña —le decía su padre.

Él se preparaba para saltar.

—Arael... —el nombre le pareció tan lejano, tan particular.

Era el nombre de un ángel.

Uno, que por deseo propio cayó.

Todo por salvarse, y salvar a su pequeña, a...

Maia abrió los ojos, la oscuridad de la noche la recibió con tranquilidad. A penas podía mirar entre la claridad que se colaba a través de las cortinas ralas de la ventana. Era una noche tranquila, demasiado silenciosa. Aquello, de una manera extraña, le heló la piel: erizándole los vellos de los brazos y causando que su corazón palpitara con rapidez.

Dio media vuelta, cubriéndose con las sabanas. Hacia demasiado calor por lo que tuvo que deshacerse de ellas. Se sentía extraña, el sueño había desaparecido y algo parecido a la tensión se adueñó de su cuerpo.

Miró la hora en su celular. No era pasada la media noche. Por lo que, dejando el celular en su lugar, volvió a cerrar los ojos e intentó dormir. No habia pasado media hora cuando un estruendo la hizo sobresaltarse. Su puerta fue derribada con fuerza.

— ¡Maia! —unas manos la tomaron por los hombros y la obligaron a salir de la cama.

Maia despertó al instante, tan acelerada y asustada como el bombeo de su corazón. A penas y había comenzado recuperado el sueño. ¿Qué sucedía? Volvieron a gritar su nombre, no reconocía la voz. Entre tanta bruma cegadora ni tan siquiera podía reconocer el tacto tan cálido que la empujaba hacia la salida.

Gran parte de su casa se sumía en negrura y denso humo, lo cual confundía por completo a la chica. Era imposible saber qué sucedía, más cuando al salir de la habitación un par de alas negras se encendía en un fuego brusco y sofocador. Debía ser aquello uno de sus muchos sueños, pero eso no explicaba el por qué sentía tanto terror. Un terror verdadero, de esos que le helaba la piel y la dejaba paralizada. También, lo que la hacía saber que todo era real, se centraba en que, su cuerpo quemaba y se estaba asfixiando.

—¡Mamá! —su voz se escuchó ahogada entre tanto revuelo.

Aquellas manos que la habían sacado de la casa la empujaron con rapidez hasta las escaleras. Maia no sabía qué hacer, tan solo avanzaba hacia donde la guiaban. Toda la casa, desde el primer hasta el segundo piso se sumía en llamas. Maia lo pensó un instante.

—¡Mis hermanos!

Intentó dar media vuelta. Chocó contra el pecho de un hombre, al levantar la mirada se encontró con aquel par de ojos tan distinguidos. Sabría de quién eran a pesar de que pasaran años, le serian difícil de olvidar.

SANGRE #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora