Capítulo 29| Cuenta regresiva.

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CUENTA REGRESIVA.

—¿No estoy loco?

Las miradas pasaron de Cielle al chico tirado en el suelo. Su mirada grisácea, labios rosados, cabello azul y pecas diminutas dieron la bienvenida a los desconocidos. El asombro de él ya había quedado atrás, y ahora, mientras se colocaba en pie y limpiaba su ropa, no le quedaba más que confirmar que el golpe de la caída le había aturdido y lo que había visto no era una ilusión.

—Estamos en problemas —anunció Jeremiel acercándose a escena del crimen sin cadáver— ¿cómo es que usas tus alas frente a un humano?

El chico recorría con su mirada la distancia entre Jeremiel y Cielle, y viceversa, esperando que en medio de esa conversación pudiese encontrar respuesta alguna a lo que había visto.

—Como he dicho antes sentí que nos perseguían—se excusó la moreda encogiéndose de hombros. Sería difícil hacerle ver el error que debía remediar. Siendo su error un atractivo chico de cabello azul— hace unos días escapamos de demonios, estoy en mi derecho de temer.

—¡Un momento! —el chico sobaba la parte trasera de su cabeza— ¿Demonios?

Las miradas recayeron sobre él para luego ignorarlo sin delicadeza.

—Debemos irnos —Maia intervino en la conversación, era su deber hacer algo antes de que Jeremiel y Cielle terminaran soltando más palabras— ¡Ahora!

—No podemos dejarlo, ha visto mis alas —señaló Cielle con impaciencia. Comenzaba a notar la gravedad de su error.

—¡Dejen de mencionar esa palabra!

—¿Alas?

La mirada de Maia y el chico se encontraron. Los dos mantuvieron sus miradas como un escáner uno encima del otro. Se conocían, podían jurar que en algún momento de sus vidas se habían cruzado. Tenían esa sensación en sus pechos de saberlo, pero no recordarlo. ¿Dónde se habían visto? ¿Cuándo había sucedido? ¿Por qué ese cabello azul le recordaba a Maia momentos de su vida en los que los secretos aún no habían sido revelados? En cambio, Maia al chico le recordaba un batido de chocolate ¿o había sido de moras?

—¡Eres el chico de los batidos! —recordó Maia.

Un click se esparció por toda la mente del chico.

—¡Y tú la chica del alago!

Se sonrieron por un momento, olvidando que había toda una discusión alrededor de ellos. Los demás, los miraron a esperas una explicación.

—¿Entonces? —inquirió Cielle.

Jeremiel se acercó a Maia y la rodeó por los hombros como si el chico fuese un lobo y la rubia su presa. Comenzaba a tener un sentimiento desagradable en su pecho. Bien podían todos, estar experimentando confusión y frustración. Pero de ellos, Jeremiel sentía celos.

¡Vaya sentimiento tan mundano!

—¿De dónde se conocen? —cuestionó él, debía quitarse el sabor amargo de la boca.

—Tenemos el mismo tinte de cabello —contestó Maia. Al ver que su respuesta no era bien recibida, añadió— trabaja en una tienda de batidos, ¿no es así?

—Tal y como lo es —contestó el chico— por ello, ¿podrías, por favor, explicarme muy bien que sucede? Tu amiga me ha lanzado contra la pared y me he golpeado fuerte. Merezco, al menos, una muy buena explicación sobre lo que vi.

—¡Fue el golpe! ¡Sí! —la repentina respuesta de Cielle sobresaltó a todos— Ha sido el golpe lo que te ha hecho ver cosas.

—¿Cosas? —en medio de la discusión tanto él como Cielle habían quedado a un palmo de distancia— Estoy seguro de que me has levantamos más allá de dos metros del suelo y estampado contra los basureros, además vi tus alas, lo has dicho.

SANGRE #1 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora